Joyce Carol Oates, Blonde, Alfaguara, México, 2021, 936 pp.
Vida y muerte de Marilyn Monroe siguen siendo un enigma.
Acerca de la mujer, Norma Jeane, su verdadero nombre, se han producido biografías, ensayos, películas, series, poemas, canciones, novelas y más acercamientos.
Recuento inacabado (en permanente multiplicación) que cobra vigencia a días de haberse cumplido 59 años de que fuera encontrada muerta en su solitaria habitación de Brentwood (California), sobrepasada de barbitúricos e interrogantes.
Quién fue en realidad Marilyn Monroe (1926-1962).
Cuáles sus significados y referentes.
Un ser humano, pobre doncella enamorada, que mucho de las experiencias vitales de la segunda mitad del siglo veinte contiene en su seductora anatomía y sensible intelecto.
Tenemos Marilyn para rato.
Entre las primeras miradas de Norman Mailer y la oración de Ernesto Cardenal, lo mismo en la olvidada novela del mexicano Rafael Ramírez Heredia y la autobiografía del español Rafael Reig, vibra una Marilyn al alcance de todos (de todas).
Sin olvidar ese caudal iconográfico que parece no agotarse nunca (como el de Frida, como el del Che).
Una nueva Marilyn se cruza ahora en nuestro camino. Cincuenta y nueve años después de la data final, con una extensa, reveladora y entrañable novela, por años fuera de circulación, autoría de la gran escritora neoyorquina Joyce Carol Oates (1938).
Y es que Blonde, traducción del inglés de María Eugenia Ciocchini, puede considerarse la recuperación de una vida, la de la actriz, destilada en forma de ficción. Especie de resumen, sinécdoque, donde a partir de hechos, lugares y relaciones concretas, antes verosímiles que verdaderas, se descubre la panorámica de Marilyn.
Bien arranca Blonde citando a Sartre: “la genialidad no es un don, sino la manera en que una persona inventa en circunstancias desesperadas”.
Así transcurrirá la vida de Marilyn en estas casi mil páginas de reinterpretación biográfica, algo así como una puesta escénica donde la protagonista encarnará los diferentes roles antes vividos en sus cuatro décadas de vida.
Niña, adolescente, mujer, Marilyn y el vertiginoso camino al final.
¿Datos fidedignos de Marilyn?: no los busque en Blonde el lector. No obstante, la detallada narración de esa vida de interioridades y tropiezos aporta más que una bitácora autorizada, logrando una obra ya convertida en un clásico, donde además se asoma la cotidianidad social y política de la Norteamérica de la segunda mitad del siglo veinte.
Los ambientes de Hollywood y Brodway, la naciente televisión, las giras (Marilyn estuvo en México), el anticomunismo del senador McCarthy arrinconando a los más destacados talentos de esos ambientes, los intríngulis en torno a la figura presidencial del demócrata Kennedy, cercano a la actriz, y pieza clave de su no aclarada muerte.
Marilyn frágil…, frágil Marilyn.
“Tomaba aspirinas Bayer para aliviar los dolores menstruales. Pero como no siempre surtían los efectos deseados, empezó a tomar medicamentos más fuertes (¿codeína?, ¿qué era exactamente la codeína?) recetados por el médico de la agencia Preene”, leemos en Blonde.
No habrá final feliz. Lo sabemos los lectores. La misma autora del libro lo apuntó al inicio titulando al prólogo “3 de agosto de 1962”.
“Ahí viene la Muerte, avanzando presurosa por el bulevar, bajo la mortecina luz sepia (…). La Muerte con su rutina; cinco días a la semana, más sábados y domingos por una tarifa especial”.
Como ya millones lo hicieron, quien lea Blonde podrá experimentar la fascinación por una mujer, de nombre Norma Jeane, conocida como Marilyn Monroe, famosa actriz de cine con una cara de “pura inocencia infantil detrás de la gruesa máscara de maquillaje teatral”.
Blonde, un gran espejo para descubrir los reflejos de la siempre presente Marilyn, al alcance del lector a veinte años de su agotadísima primera edición.
Mauricio Flores