Tusada, tundida, tusa

  • Columna de Mauricio Mejía
  • Mauricio Mejía

Ciudad de México /

El desamor no se crea ni se destruye (nunca del todo), simplemente se transforma. En un bellísimo poema, Suspiro, José Asunción Silva, poeta colombiano nacido en Bogotá en 1865, exclama:

¡Ah, no me busques aquí en la tierra

Donde he vivido, donde he luchado,

Sino en el reino de los sepulcros

Donde se encuentran paz y descanso!

El creador de Gotas amargas, muerto antes de cumplir treinta años, no está tan lejos del presente, como pareciera. Después de todo, un siglo y un cuarto es poco tiempo cambiarlo todo. Tampoco lo están Pablo Neruda, Ramón López Velarde o Gabriela Mistral. Menos aún José Alfredo, Leo Dan o Lupita D’Alessio. El desamor es un mal, una enfermedad que no se cura con el tiempo. Es una resaca. Hasta ahora la ciencia no ha inventado la pastilla del día siguiente que alivie esta pena universal, parecida a la Peste Negra. En resumidas cuentas, el desamor es una tunda, una trasquilada y una golpiza.

Tundir deriva de dos convenciones latinas. Una: cortar, rapar, igualar las puntas del pelo. Dos: vapulear, azotar, demoler a golpes. Desde El cantar de los cantares hasta Corín Tellado, en eso consiste el juego amoroso. Cuando las mujeres y los hombres padecen el amor, no se dan cuenta que les están rapando el corazón. Cuando aman, por ejemplo, podan las espinas de la rosa que miran en el amado. Tarde o temprano, semejante atrevimiento cobrará su precio. Y será carísimo. Y muy doloroso. El amor va y viene. El desamor no es otra cosa que el pago de una cuenta de un despilfarro. Entonces, la tunda, la molida emocional, el vendaval pasa sobre el corazón sin piedad alguna. Tundere y tondere son las caras de una misma medalla.

Nicki Minaj y Karol G -con su éxito descomunal, Tusa- confirman que desde Gilgamesh (pasando por los griegos, los romanos y el Renacimiento) el relato humano sobre el amor no se ha transformado mucho. El idilio se convierte, sin previo aviso, en combate letal; lucha de espadas sin límite de tiempo. En Elpais.com.co, Ana María Diaz Collazos hace un repaso interesante de como la tunda amorosa se convirtió en una parte de Colombia en “tusa”.

La palabra en boga está ligada al sentimiento de tristeza que deja la deshabitación del otro. Otto Wenninger, hace un siglo, ya había diagnosticado el complejo y malsano hábito de amar: uno deja de ser uno para ser otro. Tusar, en términos generales, tiene un significado común en América Latina: un mal corte de cabello. “Me tusaron”, dice el agraviado después de salir de la peluquería. El desamor es una tusada en el corazón. En algunos países, como México, tusar el cabello también tiene otra convención: mordida. “Parece que te mordió un burro”, dicen. Entonces tusar (estar de tusa, estar de despecho) también equivale a: me mordiste el corazón. Y lo pagarás. Entonces, José Alfredo, Gardel o Shakira:

Pero si le ponen la canción

le da una depresión tonta

Llorando lo comienza a llamar

Pero él la dejó en buzón

Tusa, impregnada en la juventud actual, no es más que una repetición de “estoy en el rincón de una cantina, esperando mi tequila…”. Un: “tengo una tusa del carajo”. Lo que fue bello, hasta lindo, se convierte en descargo, en resentimiento, Dicen Minaj y Karol G: “Pero diste todo este llanto por nada, ahora soy una chica mala”. Y más adelante: “Un shot para la pena profunda y seguimo’ gastando la funda. Otro shot pa’ la mente, pa’ que el recuerdo no la atormente”. Tusa es una canción en la que se mezclan sin reconocerse las formas de tundir: rape y golpiza. Ahí su efecto.

Pero el problema del desamor, lo supo Shakespeare, no es el recuerdo: es la memoria, que no sabe de olvido, ese reino de los sepulcros.

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