El Nobel suele ser un aplauso caprichoso. Como todos los premios, festeja e ignora; reconoce y desdeña. El diploma esta vez ha causado una insana polémica. A Peter Handke se le ha acusado —entre otras cosas— de defender la tiranía serbia en la Guerra de los Balcanes. Se juzga al hombre. No al autor. Las protestas contra el austriaco se incrementarán hasta que reciba el máximo reconocimiento a las letras universales. Otra cualidad tiene el Nobel. Abre la posibilidad para que los lectores conozcan más de cerca la obra del premiado, por cuestionado que sea.
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es un gran almacén de acontecimientos. Miles de lectores acuden a la Expo de Guadalajara para encontrarse con ese —ojalá esos— libro que les espera sin que lector, autor y tomo se hayan presentido. Toda búsqueda termina en encuentro. Esquina de asombros. La oferta sobre Handke será vasta en la fiesta tapatía. Reimpresiones, inéditos, recuentos, antologías.
Entre la enorme biblioteca del autor hay un texto que servirá como debut de una relación literaria larga y fascinante. Lucie en el bosque con estas cosas de ahí (Alianza Editorial) no tiene edad y tampoco género. Es una historia, como dice la portada. Pero es más: es un regalo de colores. Muchos de los grandes libros suelen ser pequeños. Lucie no es una niña; es un caleidoscopio de estados de ánimo, de fantasías, de palabras, de pequeñas cosas que están ahí y solo se pueden ver con ojos misteriosos, esos que ven colores y apagan oscuridades. La infancia recupera de futuro. Y, al mismo tiempo, fortalecida de pasado. La imaginación como terapia de realidad.
El lector sabe que está entrando en una aventura inolvidable, parecida a El Principito o la Historia Interminable. Una síntesis del ser que no conoce tiempo. El presente continuo. Páginas que abren una alternativa, un escape a la angustia del ahora. Recomendable pasaje en la relación hija-padre-madre. La fácil, pero no sencilla construcción de palabras que dicen lo que esconden; la intriga en lo cercano, en lo diario. Lucie desmantela el bosque y crece quitando velos y abriendo las ventanas hacia adentro, que es para donde miran las estrellas. Los nuevos lectores de Handke, los ya enterados de sus inventarios y los que, como dijo Kafka, encuentran lo que no buscan, quedarán encantados por esta obra maestra de las letras alemanas. Apta para todo público.
ÁSS