Con mi felicitación a nuestros compatriotas participantes en los Juegos Olímpicos de Francia, por su esfuerzo, y especialmente a quienes lograron lucir una medalla por su destacado desempeño. Lo merecen y demuestran el famoso “sí se puede”.
Más allá de nuestro reconocimiento, en sus triunfos llevan el llamado a nuestras autoridades y patrocinadores a revisar la Política del Deporte Social, de donde pueden y deben surgir más competidores calificados para destacar en competencias nacionales e internacionales. Prepararnos mejor desde ya, y para los próximos juegos olímpicos a celebrarse en Los Ángeles, California, y todas las competencias.
Es triste y decepcionante que en cualquier deporte se generen ilusiones entre la población que anima a nuestros competidores, y el resultado sea lamentablemente el pésimo desempeño, la mediocridad, la derrota y los lugares finales en las tablas de calificación. Deportistas de países como nuestros hermanos de Guatemala que solo inscribió a 14 competidores, alcanzó una medalla de oro, o Ucrania, en pleno conflicto bélico, se llevan 12 medallas, entre ellas 3 de oro, y otros países cuyos deportistas lograron más medallas que nuestros 109 participantes que se ubicaron en el lugar 65 del medallero mundial, con apenas 5 medallas. Cierto, hay que reconocerlo, superando sus magros logros de Tokio 2020.
El reto es enorme para nuestra próxima Presidenta Claudia Sheinbaum en la Política de Deporte Social, para generar mayor inclusión promoviendo la salud, la educación, la organización comunitaria y el espíritu competitivo sin discriminación ni exclusión, con la decidida participación de los gobernantes de las entidades federativas.
Imagino una convocatoria a la competencia gubernamental y de patrocinadores para que cada gobernadora o gobernador y los presidentes municipales, así como los patrocinadores que se benefician del deporte, impulsen alguna disciplina y a deportistas para competencias nacionales e internacionales, buscando e identificando en todas las comunidades de sus territorios a los jóvenes que viven con la esperanza que alguien los seleccione y apoye para su mejor desempeño en las competencias.
Revisar a fondo la aplicación de los recursos públicos y privados disponibles para que correspondan a una auténtica Política de Deporte Social, pactada, renovada y realista, con gran penetración en las comunidades del país. Abrir las oportunidades de formación a las nuevas generaciones que están esperando quien los aliente. Generar un proceso de transformación, la dinámica del cambio que se concrete en resultados, buscar consensos y lograr las mejores decisiones. Superar la etapa del deporte espectáculo, negocio y corrupción.