Dos trimestres consecutivos dan por resultado una recesión económica, y es precisamente una recesión lo que hoy padece la economía mexicana. Nuestro presidente dirá que tiene otros datos, desafortunadamente la información se originó en el INEGI, una institución seria y confiable, la cual genera la estadística oficial de México.
Durante el último trimestre del año 2018 y los dos primeros trimestres del 2019 se ha tenido crecimiento cero o negativo, con ello, se puede afirmar técnicamente la existencia de recesión económica en el país. La recesión económica por la cual atraviesa México es resultado de la falta de confianza de los inversionistas mexicanos y extranjeros, los empresarios ven en el país focos rojos que los han llevado a cancelar proyectos productivos importantes o, en su defecto se han visto obligados a dejar de participar en inversiones trascendentales para la economía mexicana, es el caso del aeropuerto de la ciudad de México. México requiere inversiones productivas que generen empleos y consumo, de lo contrario el círculo se rompe y se genera una caída en el crecimiento económico. La inversión pública no es suficiente para generar expectativas de crecimiento e inversión, y así lo debe comprender nuestro presidente. Si la economía mexicana quiere crecer, existe una moneda, la cual por un lado representa a los empresarios y por el otro al gobierno, una bipolaridad que debe funcionar si se aspira al crecimiento. Andrés Manuel prometió crecer durante su sexenio al 4 por ciento, dicha cifra hoy está en duda, y es que se requiere un programa económico eficaz y eficiente, el cual logre generar los empleos y el bienestar que por más de 25 años el país necesita. Hoy no lo hemos logrado y tampoco se tiene la esperanza de alcanzarlo, al menos a corto plazo.