Mientras el personal médico del mundo enfrenta el covid-19 con heroísmo, las cancillerías redoblan esfuerzos para velar por sus nacionales.
El caso de la señora Ethel Trujillo, quien como otros miles de mexicanos quedó varada en el extranjero por la pandemia, es un testimonio claro de fortaleza y fe.
Ella y su esposo, ambos adultos mayores, yucatecos, como cientos de mexicanos, fueron sorprendidos por la emergencia nacional ante la pandemia decretada por Perú el 15 de marzo, que implicó, entre otras medidas, el cierre del espacio aéreo.
El epicentro de la crisis era Cusco, a mil 100 kilómetros de Lima y a 3 mil 400 metros sobre el nivel del mar, donde había cerca de 500 mexicanos varados. Por cuestiones técnicas fue imposible el aterrizaje de aviones allí, así que la evacuación se hizo desde Arequipa, mediante una compleja operación para transportar a más de 450 mexicanos por tierra por más de 10 horas y repatriarlos en tres aviones chárter el 21 de marzo.
Desafortunadamente, en la revisión sanitaria realizada a todos los mexicanos en Cusco, el esposo de la Señora Trujilo presentó síntomas y no se pudo trasladar a Arequipa para tomar el vuelo de regreso a México. Su esposa decidió permanecer con él, pero dio positivo en el resultado de la prueba covid-19, y a pesar de haber sido hospitalizado, lamentablemente falleció el día 25.
La Señora Trujillo pasó días muy difíciles, sola, en un país extraño y aunque recibió buenos tratos y acompañamiento permanente de nuestra Embajada en Perú, tuvo que hacer frente a la tristeza por la muerte de su esposo y a que su cuerpo fuera cremado sin su aprobación por las medidas sanitarias vigentes.
En este periodo ella también enfermó de covid-19, por lo que la SRE informó al presidente López Obrador, quien sin titubear autorizó un vuelo especial para retornarla a la blanca Mérida.
A pesar de que para ella los días de espera eran largos, en México no se descansó hasta que el traslado aéreo cumpliera con los estrictos protocolos médicos, que su estado de salud fuera estable para resistir el vuelo y asegurar que pudiera llevar las cenizas de su marido.
Finalmente, el 30 de marzo un avión de la Fuerza Aérea Mexicana despegó de Cusco a las 14:38 horas. Alrededor de siete horas después aterrizó en Mérida, donde finalmente fue recibida por sus familiares y personal médico.
El final positivo de esta odisea fue que la señora Trujillo logró superar la enfermedad y está recuperándose acompañada de su familia, ejemplo de fortaleza que motiva a seguir velando por los connacionales varados en todas las altitudes del planeta.
Esta historia es un ejemplo del compromiso y la solidaridad que los diplomáticos, médicos y militares debemos brindar a los mexicanos en la situación extrema que enfrentamos en estos momentos.
* Subsecretario para América Latina y el Caribe
@Maximilianoreyz