El brillo de Eggers, Dafoe y Pattinson

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  • Maximiliano Torres

Monterrey /

Robert Eggers, exponente de la nueva ola de directores de cine de horror —en la que están también Ari Aster, Jennifer Kent y Jordan Peele— regresa para demostrar que su impresionante debut, La Bruja (2015), no fue un éxito aislado. Y para demostrar, además, cuál es su rol específico dentro de esta siguiente generación de autores.

En El Faro, Eggers retrata un descenso a la locura. A fines del siglo XIX, el maderero Ephraim Winslow (Robert Pattinson) consigue trabajo como cuidador de un faro en una isla de Nueva Inglaterra. Su único compañero es el veterano farero Thomas Wake (Willem Dafoe). La tensión entre ambos comienza cuando, con misterioso énfasis, Thomas le prohíbe al recién llegado subir a la cúpula que alberga la linterna del faro. Intrigado por la estricta regla de Thomas y sus malos hábitos como compañero de cuarto, Ephraim irá descubriendo qué pasó en esa isla antes de su llegada. A medida que pasa el tiempo, el aislamiento y las pesadillas, tal vez reales o imaginarias, llevan a los dos hombres al borde de la razón.

Lo atractivo de la nueva ola de directores de horror que menciono, es que cada integrante tiene su visión distintiva que los individualiza. Dentro de este grupo, surgido en el transcurso de la década recién terminada, a Robert Eggers se le puede considerar como un historiador interesado en remontarnos a cómo nuestra civilización entendía y experimentaba el horror en el pasado. En La Bruja, una familia religiosa del siglo XVII es víctima de una serie de ataques sobrenaturales al ser expulsada de su comunidad puritana. En El Faro, los protagonistas encarnan el costo alucinatorio de la vida al borde del océano. Para el espectador de hoy, se trata de películas de género. Hace siglos, este tipo de anécdotas no se catalogaban como ficción; eran parte de la conciencia colectiva. La distinción saldría sobrando si no fuera porque allí radica la visión de Eggers. Su horror no es el horror entretenido, fantasioso y efectista de nuestra época. Es el horror místico, primitivo, que existió antes que el cine mismo. Una experiencia irrecuperable a la que podemos acercarnos gracias a esta aproximación histórica al horror. La textura visual de El Faro es para admirarse como cuadro de museo. Lograda con granulado blanco y negro, lentes de cámara antiguos, celuloide embodegado y un encuadre cuadrado, su fotografía y diseño de producción pudieron quedar en un nostálgico ejercicio de estilo que reproduce la técnica del cine mudo. Pero la ambición de Eggers es mayor: es una regresión a una sensibilidad perdida que no solo nos recuerda cómo se hacían las películas en el pasado. También nos dice cómo las personas experimentaban el mundo en el pasado.

Los fanáticos de La Bruja que vayan a El Faro motivados por una extensión de la misma experiencia encontrarán una historia menos sugerente, sin confrontaciones directas con el mal, ni explicaciones. La película consiste en una mezcla de alucinación y realidad de la que el espectador toma pistas para llegar a su propia conclusión. Googlear algunas cosas sobre mitología griega ayudará.

La excelencia técnica de Eggers para realizar una película que parece desenterrada de una cápsula de tiempo se llevaría todos los aplausos de no ser porque el otro sustento para dar credibilidad a El Faro son las actuaciones de Willem Dafoe y Robert Pattinson. Dafoe lleva prácticamente toda su carrera obteniendo esta clase de papeles; dando actuaciones enormes. Quien es la revelación y no deja de sorprender, pese a llevar varios años eligiendo proyectos arriesgados, es Pattinson. Por el camino que va, podría ser el sucesor de Leonardo Di Caprio.


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