Confieso que soy renuente a ver el tipo de ficción que explota la violencia social: narcotráfico, delincuencia, homicidios. No soy renuente a estos temas, sino al tratamiento superficial que se les da en la mayoría de las producciones de series y películas. Las notables excepciones existen e incluso se están dando en la cartelera online en fines de semana consecutivos. La semana pasada recomendé Ya no estoy aquí, de Fernando Frías, en Netflix, que aborda con sensibilidad inédita el ciclo de violencia, migración e identidad en México. En la misma semana, Netflix estrenó Monos que, aunque no se encuentra entre las diez más vistas de esta plataforma, es otra demostración de cómo consumir con una mirada diferente estos temas tan populares.
En un lugar remoto en la cima de una montaña en coordenadas no especificadas de América Latina, un grupo rebelde de guerrilleros adolescentes apodados Rambo, Pitufo, Patagrande, Lobo y Boom-Boom realiza ejercicios de entrenamiento militar mientras vigila a una prisionera (Julianne Nicholson) y una vaca llamada Shakira. Los cinco obedecen a una fuerza paramilitar conocida solo como La Organización. Después de que una emboscada conduce al escuadrón a la selva, fracturando su intrincado vínculo, la misión comienza a colapsar.
Referencias a la actualidad e historia reciente no tardarán en asomarse en la trama de Monos. El acento de los chicos y el nombre de la vaca son signos inequívocos de que están en Colombia. ¿Es el personaje de la prisionera una alusión al secuestro de la política Ingrid Betancourt a inicios del milenio?, ¿este grupo guerrillero hace referencia a alguna organización en particular?
El director Alejandro Landes deja claro en su propuesta que Monos se trata de una gran alegoría en la que los detalles de la trama no tienen tanta importancia como la tienen sus simbolismos. Quienes se adentren junto a estos personajes en la selva colombiana esperando resolver ¿quién?, ¿cuándo? ¿cómo? y ¿por qué? tendrán reproches que hacerle.
En las dinámicas de convivencia de sus personajes adolescentes, Monos sugiere a los conflictos armados como un juego inmaduro. O bien, a las sensaciones de la pubertad como un internamiento en la selva.
Dotada de acción, tensión, incógnitas, naturaleza imponente, pero no de respuestas (aunque ahí radica justamente su propuesta) Monos, la representante de Colombia rumbo al Oscar 2020, restaura la fatiga de los géneros cinematográficos violentos. Se las recomiendo yo y ojalá que también el algoritmo de Netflix.
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