La película que reseñaré hoy es de 1993. Pero antes, y a la usanza de las películas, regresemos una semana antes para conocer qué acontecimientos me llevaron a este desenlace.
Hace días leí una entrevista a Scott Z. Burns, guionista de Contagio , de Steven Soderbergh, hoy revalorada por la verosimilitud con que narra una crisis sanitaria. Burns comenta que la pandemia de covid-19 tiene aspectos que no serían plausibles en la trama de una película. Agrega que nunca hubiera imaginado que esta historia necesitara un villano más allá del virus en sí (refiriéndose a Donald Trump). Y que si él estuviera escribiendo un guión similar a lo que está pasando, cualquier estudio probablemente le habría dicho que un personaje así sería increíble, salido de una comedia negra.
Al comparar cine catastrófico con la vida real caemos en cuenta que, pese a haber anticipado infinidad de veces este colapso mundial (y haberlo mantenido en el inconsciente colectivo durante años), la ficción popular no pudo prepararnos para el 2020.
La profecía sobre la vida en la segunda década del siglo XXI no está contenida en una sola cinta, sino en varias. Un poco en 12 Monos , de Terry Gilliam; algunos mencionan como referente Soy Leyenda , de Francis Lawrence; pero la que combina más aciertos no es ninguna basada en la obra de algún prestigioso autor de ciencia ficción. Es El Demoledor , con Sylvester Stallone.
Esta sátira de acción noventera omite el periodo apocalíptico en su trama para mostrar cómo resurgirá la sociedad en el año 2032. Los Ángeles ahora es San Ángeles, un edén terrenal en el que todo lo dañino está prohibido. Incluso los placeres. Dado que la delincuencia ha sido prácticamente erradicada, el sistema penitenciario está compuesto de criminales de antaño que fueron congelados. Como resultado, la sociedad vive tan a salvo que está infantilizada. Así que cuando un criminal es despertado de su sueño criogénico y escapa, la policía no tendrá la menor idea de cómo enfrentarlo. Solo queda descongelar a John Spartan (Stallone), un rudo policía contemporáneo de este malhechor, que lo conoce a la perfección. Lo sumamente entretenido en El Demoledor es cómo Spartan se da cuenta que el mundo seguro y ordenado del futuro es exasperantemente aburrido. De los aspectos que predijo de nuestro futuro, acierta en algunos no tan impresionantes, como las computadoras activadas con la voz, los vehículos autónomos y las videollamadas. Hay otros que sí asombran: sin duda el distanciamiento social. Sus personajes no tienen permitido el contacto físico. Luego, hay una escena en la que se habla de una guerra de franquicias en la que todos los restaurantes terminaron por convertirse en sucursales de Taco Bell. El chiste sigue causando gracia, aunque hoy nos hace pensar en los restaurantes en números rojos que no sobrevivirán a la cuarentena. Está también la escena en la que los personajes de Stallone y Sandra Bullock tienen sexo virtual; imposible no pensar en los gobiernos del mundo que han recomendado esta medida, como en Argentina. Entre el humor intencional de su guión y el humor accidental que le dio el paso de casi treinta años, El Demoledor es la película que no sabía que necesitaba recomendar.
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