La mejor película que sobre Monterrey no tiene imágenes del Cerro de la Silla, ni de su arquitectura o urbanización. Al contrario, muestra zonas que los mismos regiomontanos diariamente desconocemos en nuestros trayectos y, en general, en la vida de la ciudad. En Ya no estoy aquí, de Fernando Frías, Ulises (Juan Daniel García) es miembro de la pandilla Los Terkos, dentro de la subcultura llamada Kolombia en las faldas del cerro de la Loma Larga en Monterrey. Debido a un malentendido con una pandilla de su colonia que pone su vida en riesgo, Ulises tendrá que migrar a Estados Unidos. Allá descubre que el sueño americano no tiene ningún atractivo para él. Su sueño es estar en su barrio natal, en donde su vestimenta, estilo de baile y gustos musicales no son rechazados.
Siempre observada como una curiosidad ajena a la identidad del regio, la figura del cholo es tratada por el director Fernando Frías, además de con una mirada muy cinematográfica que desde el primer minuto encapsula artísticamente la naturaleza y los contrastes de Monterrey, con una mirada sociológica, que es la que marca toda la diferencia.
En una de sus varias escenas memorables, Ulises entra a un bar en el que suena “Soy un desmadre”, de Banda Tierra Sagrada. Una de las empleadas del lugar lo saca a bailar. “No con esa pinche música”, le dice. Ella pregunta: ¿Entonces qué bailas? Él responde: ”Kolombias”. La mujer contesta: “Colombia no es un tipo de música. Es un país. Es mi país”. Así comienza una conversación sobre música que sintetiza la kolombia, pero sobre todo, que da a Ulises una oportunidad que el cine mexicano principalmente otorga a las clases media y alta: el derecho a exaltar su identidad a través de su gusto musical, de su baile, de su ropa. Esta secuencia soluciona, aunque sea por un momento, la inferioridad con que el cine representa a los pobres al criminalizarlos sin ningún otro rasgo distintivo. En ningún punto de su arco dramático Ulises se ve orillado a delinquir. De hecho, él no se va de Monterrey por ser delincuente; se va por ser víctima de la delincuencia.
Sabemos que son los años de la guerra de Felipe Calderón contra el crimen organizado, sabemos que Ulises perdió a un hermano mayor a causa del narco, sabemos que en su barrio hay pandillas rivales. Sabemos todo sin tener que tolerar dramatizaciones excesivas de las que ya nos colmó la narcoficción.
Para tratarse de un realizador foráneo que tuvo que adentrarse en una subcultura ajena, el trabajo de Frías a nivel de elenco, dirección de actores, diálogos, acceso a locaciones y uso de la música es impresionante.
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