"Toy Story 4" vence el mito de la mala secuela

  • Bambi vs. Godzilla
  • Maximiliano Torres

Monterrey /

En el vocabulario cinéfilo, secuela era una mala palabra. Entonces vino Pixar a hacernos reconsiderar nuestra opinión. No digo que cambiaron definitivamente las segundas partes. En su mayoría siguen siendo malas. Lo que ocurrió fue que, con las continuaciones de Toy Story, el estudio de animación demostró que una franquicia puede ser longeva sin dejar que su ambición económica desplace a su visión creativa. Con casi un cuarto de siglo logrando excelencia con un montón de juguetes como punto de partida, Pixar todavía tiene lecciones que dar al resto de la industria.

Al inicio de esta cuarta entrega encontramos a Buzz, Woody y el resto de los juguetes viviendo con Bonnie, la niña a la que el destino los llevó después de pertenecer a Andy. En su primer día de kínder, Bonnie hace una manualidad que se lleva a casa. Forky no es más que un tenedor-cuchara con ojos postizos y un alambre como brazos, pero ahora es considerado un juguete por Bonnie. Su juguete favorito. Woody quiere ayudar a Forky a descubrir la importancia de ser el juguete de una niña y este aprendizaje ocurrirá durante un viaje en carretera en el que también Woody aprenderá una importante lección acerca de sí mismo.

Premisa, historia, mensaje, personajes, estructura, tono. Cada aspecto meticulosamente cuidado que distingue al desarrollo de proyectos de Pixar y su resultado final se ve aquí, exento de la presión por generar un éxito de taquilla. De hecho, ésa es una de las mayores virtudes de los títulos del estudio: pese a estar diseñadas para generar cantidades de dinero que ninguna otra entidad de cine animado verá en su vida, su contenido permanece noble, universal y atemporal. La idea del lazo afectivo entre niño y juguete nos quedo clarísima desde la Toy Story de 1995; sigue siendo la misma en esta entrega, pero hay que reconocer que el equipo de animadores y escritores de Pixar es magistral planteando segundas, terceras, cuartas lecturas.

Directo a la antología de personajes del año —y al top 5 de ideas para disfraces de Halloween— Forky es una mina de psicoanálisis que resonará con las generaciones adultas: un utensilio de plástico que compulsivamente se quiere tirar al bote de basura gritando “¡Soy basura!” y, encima, interpretado en inglés por Tony Hale (Arrested Development, Veep), un experto en canalizar la ansiedad existencial.

En el rubro antagónico, Toy Story ofrece algo que los universos de Marvel y DC quisieran: villanos memorables. Esta ocasión se trata de Gabby Gabby, una muñeca antigua custodiada por tres muñecos de ventrilocuo que, al igual que los tradicionales villanos de esta saga, nunca ha conocido el amor de un niño y que, a diferencia de sus antecesores, tendrá una subtrama con mejor resolución. Terribles noticias para los fans de Buzz Lightyear: el miembro del comando estelar tiene una participación menor, cediendo el tiempo en pantalla a nuevos integrantes, como Benny y Ducky (dos peluches del puesto de tiro al blanco en una feria), Bo Beep (la muñeca de cerámica que le roba el corazón a Woody) y el motociclista acróbata Duke Caboom (Keanu Reeves, para quienes se avienten la travesía de encontrar una copia subtitulada).

Puedo entender la opinión de los que dicen que Toy Story 4, con todo y lo disfrutable que es, podría no existir. Aún así, es superior a muchas primeras partes. Animadas y de acción real.


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