Las feministas están en todos lados porque los machos también

  • Políticamente Incorrecto
  • Melisa Agüero

Hidalgo /

Hace algunos años aún podía distinguir rostros conocidos en las marchas feministas, activistas reconocidas, funcionarias o compañeras caminaban a la par gritando las consignas que las mujeres hemos ido aprendiendo e inventando según la ocasión.

Pero aunque hace apenas unos tres o cuatro años que las marchas feministas comenzaron a tener un revuelo importante en el país, tan así que ya se considera la cuarta ola, la batuta va cambiando muy rápido de manos. Mientras que al principio eran las asociaciones civiles las que organizaban las marchas tanto del 8M como del 25N, ahora salen enmascaradas de todas las esquinas apropiándose de las calles. El miedo indudablemente está cambiando y los rostros del feminismo se van actualizando con rapidez. La violencia contra las mujeres no cesa, la iconoclasia tampoco.

Y aunque la evolución del movimiento feminista parece ir bastante a prisa, el mundo que conocemos aún quiere andar con mucha cautela. De hecho, me sigue impresionando el cinismo de las instituciones y sus personajes representativos, quienes salen a emitir comunicados en los que lamentan las pérdidas materiales después de las marchas. Cuando han tenido en sus manos el aplicar reglamentos, normas y leyes ante los casos de abuso o acoso sexual, han desconocido sus atribuciones y obligaciones; ahora que las mujeres generan “destrozos”, entonces sí tienen mucho que decir, mientras antes guardaban silencio cómplice.

“La violencia como respuesta a la violencia no hace justicia a las víctimas. El reclamo difícilmente puede escucharse si se acompaña del perjuicio a quienes también queremos un México justo”, redactó la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo después de la marcha feminista contra el abuso policial del viernes pasado en Pachuca. ¿El reclamo difícilmente se puede escuchar así? Disculpen, era antes cuando no escuchaban.

Hagamos cuentas, por favor: fueron dos edificios afectados contra alumnas, docentes y trabajadoras víctimas de acoso que se pueden contar por decenas cada semestre. Dos edificios contra 20 casos de acoso sexual escolar que se hicieron públicos en el último tendedero realizado en Ciudad Universitaria –que dicho sea de paso, el defensor universitario no ha terminado de resolver y llevamos ya varias semanas de ese evento–, y eso por mencionar algunos, pero sumemos un número similar de casos por periodo ordinario y entonces tenemos cifras alarmantes.

Ahora bien, “violencia” dicen las cuatro autoridades más importantes de la casa de estudios. Violencia es la que docentes y altos mandos han ejercido directamente sobre alumnas y trabajadoras de la institución, quienes antes que cualquier cosa confiaron en denunciar formalmente y fueron ignoradas monumentalmente; las pintas, los vidrios rotos y los gritos son legítima protesta y no hay personas directamente lastimadas y afectadas, sino entes inanimados, estructuras que debieron ser espacios seguros y que, por el contrario, se volvieron inhóspitos.

Me pregunto ahora qué valor le da la UAEH a sus investigadores, que teniendo doctoras, maestras, licenciadas en temas sociales, que además se definen abiertamente como feministas, no echó mano de ninguna de ellas para escribir una postura que respetara y representara el verdadero sentir universitario ante la violencia machista y la protesta de mujeres.

La Autónoma de Hidalgo no es la única que sufre de esta dinámica jerarquizada y patriarcal en la que solo la opinión de quienes están a la cabeza importa y habla por todos. En un lugar donde se mata violentamente a 11 mujeres diario, no esperemos ya caravanas de paz. Lo radicales que se han vuelto las manifestaciones feministas en México son el resultado de lo violento que es el machismo con las mujeres en este territorio.

Melisa Agüero


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