El silencio del activismo animalista en Hidalgo se ha quedado inerte por días, sin el temor latente de que las iniciativas que el Congreso aprueba atenten contra el bienestar animal en el estado, ese por el que tantos años se ha peleado y parece no llegar nunca.
Quizá algunos confiados con algún as bajo la manga que beneficie sus intereses, otros porque trabajan solos o no saben hacer equipo, y muchos otros porque la causa animal los sobrepasa y mientras rescatan a decenas, no logran pelear contra los diputados que prometieron seguir la agenda legislativa de la Cuarta Transformación y, sobre todo, hacer respetar la ley porque, vamos, se les olvidó la resolución de la Suprema Corte de Justicia a la hora de aprobar una iniciativa para declarar las peleas de gallos como patrimonio cultural.
Ahora puede entrar el veto del gobernador para detenerla, pero a escasos días de que esto pudiera ser una realidad, ninguna de las organizaciones que presumen ser las más representativas en Hidalgo ha puesto el dedo en la llaga.
El mismo día que se aprobó le despenalización del aborto, también se aprobó la iniciativa contra los derechos animales que, como ya se dijo, va contra lo que dice la Suprema Corte de Justicia, lo cual no es nada menor, este documento señala que es completamente constitucional prohibición de las peleas de gallos, por ende apoyarlas va contra todo lo que la carta magna conlleva.
Y aun así muchos confundirán la ILE con la vida animal, porque en gran medida es lo que se dice, y es que en Hidalgo el congreso se ha encargado de dar pie a esta idea al negociar derechos fundamentales como el derecho a decidir con una supuesta cultura gallística, pues hace dos años no se lograban poner de acuerdo por aprobar esto o lo otro, tampoco por la iniciativa para que la Junta de Gobierno recayera en el partido con mayor número de lugares, y de un día para otro, ponen en el mismo orden del día todas para su votación, ¿coincidencia? No lo creo.
Para quienes hemos seguido ambas iniciativas fue completamente raro que de pronto los legisladores de Morena estuvieran de acuerdo en todo, era evidente que algo habían negociado, y al ver que muchas feministas animalistas callaron ante la declaración en pro de las peleas de gallos, sería muy difícil no concluir en que hay intereses y que avalan, sobre todo, la negociación de derechos fundamentales.
Es así como este silencio se ha vuelto cómplice, normalizando que unos derechos pueden intercambiarse por otros, que mientras se beneficie un sector, otro puede sufrir. Queda muy bien ahora el dicho mexicano que tanto detesto: “de que lloren en su casa a que lloren en la mía...”.
Las y los activistas no tendrían que dar el ejemplo de normalizar la negociación, sino pelear por lo que es justo. El silencio los hace cómplices y las nuevas generaciones están siendo testigas de ello, pero por suerte vienen más fuertes, y en pocos días han demostrado la resistencia que ningún animalista de larga trayectoria ha mostrado hasta el momento.
Ahora esta nueva generación de jóvenes antiespecistas solo esperan que la misma sensatez con la que el gobernador hizo justicia a los tratados internacionales a los que está adherido México para publicar la ILE, sean el mismo juicio justo que avale lo estipulado por la ley en la materia y ejerza su derecho de veto para regresar esa iniciativa morenista con las observaciones de la Suprema Corte de Justicia.
Melisa Agüero