La señal enviada desde Palacio Nacional para rescatar al río Atoyac nos da la esperanza de que ahora sí, de una vez por todas, inviertan lo necesario para limpiar la cuenca que contamina a su paso a más 17 municipios de Puebla y Tlaxcala, donde habitan millones de personas.
El 21 de marzo del 2017 se emitió una recomendación por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sobre la violación del derecho humano a un medio ambiente sano, saneamiento del agua y acceso a la información, específicamente sobre la contaminación en los ríos Atoyac y Xochiac además de sus afluentes.
Después de siete años, nada de eso avanzó y por el contrario su caudal sigue arrastrando descargas ilegales de empresas establecidas en las demarcaciones por las que atraviesa. Tres años después (2020), se firmó un convenio macro para el saneamiento, y hasta crearon un grupo de trabajo donde participaban gente de la Profepa, la Conagua, la Cofepris y la misma CNDH.
Pues resulta que derivado de ese acuerdo no ha sucedido nada. El río sigue su cauce con aguas pestilentes y aunque nadie lo reconoce oficialmente, han sido la causa de múltiples enfermedades sobre todo para quienes viven en sus alrededores.
Como se dice coloquialmente, la burra no era arisca, y por eso tengo escepticismo en pensar que esta vez sí va en serio el rescate de este importante afluente, ya que han pasado varias administraciones federales y estatales y nadie hizo algo al respecto.
Lo único que me alienta es saber que la orden proviene de una científica como la presidenta Claudia Sheinbaum, quien tiene el conocimiento sobre el tema, y ahora además el poder para exigir que se ponga remedio a una situación que lleva muchos años.
Aunque parezca sencillo, se trata de un tema ambiental donde se requiere además de voluntad política, una cantidad importante de recursos para instalar plantas de tratamiento y hacer cumplir las leyes vigentes en la materia.
Se necesita tecnología, que sin duda la hay en países desarrollados donde han logrado recuperar a la naturaleza, por lo que en definitiva sí se puede, siempre y cuando se tomen las decisiones para revivir al Atoyac para que las nuevas generaciones puedan disfrutarlo. Yo como Santo Tomás… hasta no ver no creer.