Los países y las naciones tienen en las gestas de sus compatriotas de años, decenios atrás, un motivo para revivir sus búsquedas, los intereses motivadores, las acciones identitarias. México como país, y diversos grupos de mexicanos, sean de aquí o de allá, celebran el 5 de mayo por la gesta de 1862.
En ese año en este día, 5 de mayo, tuvo lugar un enfrentamiento entre las fuerzas del ejército mexicano y el ejército invasor francés. El lugar se ubica en la zona donde estaban vigentes los Fuertes de Loreto y Guadalupe en el estado de Puebla, y el héroe de la batalla fue el General Ignacio Zaragoza, por cierto, nacido en Texas.
Todos los años, desde hace varios lustros se conmemora ese triunfo mexicano con representaciones de la batalla en la cual se enfrentan los ejércitos, ahora de sólo personal mexicano y el que hace el papel de ejército del general Zaragoza acaba por rechazar el avance francés y obligarlo a retirarse a posiciones alejadas de la ciudad, en aquel entonces un enclave fundamental para llegar a la capital nacional.
Este triunfo de entonces hoy ha dado lugar a fiestas y celebraciones del gobierno, del Ejército, de los políticos en turno y aun de la sociedad civil interesada en exaltar el nacionalismo y la fuerza del pueblo unido. Sin embargo, conviene recordar cómo después de la derrota en Loreto y Guadalupe, los franceses lograron entrar en la capital mexicana, hacer huir al gobierno y al presidente Juárez, e instalar una monarquía conducida por Maximiliano de Habsburgo, noble austríaco venido a México por orden del emperador francés, Napoleón III.
¿Por qué el ejército francés vino a “conquistar” México? La historia dice que la razón “verosímil” fue la deuda externa de México con un grupo de países europeos (Francia, España, Inglaterra) quienes apoyaron la intervención militar impulsados con el “sueño” napoleónico de implantar un imperio que le diera apoyo a sus economías. Los conservadores mexicanos, como les es usual, lo vieron con buenos ojos y sobre todo por los buenos negocios para ellos, no para el país y el pueblo, ese pueblo festejado porque venció a los franceses al menos en una batalla.
Por otra parte, y en otros territorios esta fecha resultó muy útil al movimiento chicano, mexicanos en el sur de los Estados Unidos, para celebrar la mexicanidad, suscitar unión entre los diversos grupos de migrantes y manifestar fuerza política frente al gobierno sureño, dispuesto, desde épocas anteriores, a reducirlos. Desde muy pronto, después de la Batalla de Puebla, en 1867, los migrantes mexicanos decidieron celebrar esa fecha como “la fiesta” mexicana, pues, desde entonces la celebración del 16 de septiembre, nuestra fiesta patria por excelencia, se “cruzaba” con celebraciones estadunidenses y la nación migrante perdía fuerza y visibilidad.
Los historiadores en México han encontrado que fue hasta 1930 (casi 70 años después de la Batalla) el consulado mexicano en Los Ángeles, USA, realizó un festejo oficial para celebrar el 5 de mayo con la comunidad mexicana migrante. La indagación sobre este tema resalta cómo a mediados del siglo XX el movimiento chicano, ya constituido por hijos de migrantes, se unió a las organizaciones de migrantes de otros países latinoamericanos para hacer del 5 de mayo una fecha simbólica del movimiento por los derechos humanos y contra la opresión.
Por esa lucha la gesta heroica en la que el ejército mexicano venció al francés cuenta con un alto arraigo entre los migrantes mexicanos, en especial los procedentes del estado de Puebla, y los latinos en general, más en estos días de deportaciones masivas de migrantes por parte del gobierno federal de los Estados Unidos. Situación en la cual se provocan sucesos de franca violación a los derechos humanos de los migrantes, y de la cual, en este cinco de mayo de 2025, México y los demás países latinos con migrantes en Estados Unidos debieran levantar la voz, unidos en una demanda de un trato digno y sobre todo legal.
El lunes próximo, 5 de mayo 2025, en el contexto de los presiones del gobierno norteamericano, la celebración puede ser el inicio, quizá continuación para algunos, de una recuperación del significado fuerte de esta fecha para los millones de migrantes, hijos de migrantes y migrantes ya nacionalizados como estadounidenses, y no sólo sea el recuerdo del texano – poblano Ignacio Zaragoza y su triunfo sobre el invasor indigno. El día que manifiesta la continuidad histórica y social por los derechos humanos, por la igualdad de trato y por la amistad de manos tendidas para estrecharse, en la construcción de una nueva y más humana sociedad vinculada a la tierra que pisan y les ha dado hogar, con las tierras que los vio nacer y hoy puede ser ejemplo de vivencia multiétnica de los derechos humanos, desde los más elementales, hasta los libertarios que garantizan construir un mejor futuro para todos. Los mexicanos de “acá” hemos de reconocer la gesta de los hombres de Zaragoza al mismo nivel que la lucha de los mexicanos de “allá”, por la misma lucha de ser considerados personas libres y justas, frente a invasores, autoritarios y desconocedores de la historia y sus luces.