Aprender – enseñar

Jalisco /

Celebrar a los y las maestras motiva el agradecimiento a la esforzada labor de enseñar a los niños y las niñas los elementos culturales necesarios para vivir y sobrevivir en este planeta, en este país y en esta ciudad, pueblo o municipio en el cual viven. Por eso es admirable la gestión de los docentes, pues ayudan a los pequeños a conocer, usar y valerse de los elementos de nuestra cultura, desde leer, contar y hablar con propiedad hasta los modos tal y como se ha edificado nuestro lugar de vida, pues ahora vivimos en un lugar totalmente diferente del original.

En aquel primigenio había solo naturaleza. En ese lugar hoy, sigue la naturaleza, quizá mermada, y ya se ha establecido la cultura. Así, el mundo está completo: Naturaleza, cultura y personas que protegen esa dualidad indispensable para la vida humana, al tiempo de crear nuevos modos de usar, aprovechar y hacer crecer tanto la cultura como la naturaleza.

En ese largo proceso, en algún momento apareció la escuela, primero en los hechos, esos que ahora llamamos enseñar y aprender. Luego esos hechos mediados por adivinos, adivinas, magos y magas, curanderos y parteras, sacerdotes y sacerdotisas. También ayudados de quienes ahora llamamos maestros primero y después, mucho después, las maestras. Niños y adultos recurrían a los maestros y las maestras y aprendían lo necesario para vivir en una comunidad, incluido cómo cuidarse para no caer en los engaños de quien les prometía, y casi nunca cumplía, esplendores y plenitudes en su vida.

El punto es cómo las sociedades, aún primitivas, sabían de la necesidad de uno o varios maestros y no sólo estar en manos de hechiceros, hechiceras o brujas y brujos. Es decir, desde muy pronto en la historia de los seres humanos aprendimos lo necesario para sobrevivir y aun para vivir bien, acompañados por quien nos enseñaba los modos y los trucos para pescar, cultivar un huerto, cuidar los árboles y sobre todo quien nos enseñaba a convertir un montón de semillas en un pan, quizá burdo de aspecto, pero amable de sabor. Aprender y enseñar siguieron articulados durante siglos.

Con la consolidación del pensamiento sobre las cosas, los sucesos y los hechos, surgió la ciencia, las ciencias en plural, con el propósito de saber cómo hacer, y por qué, para lograr lo querido. Antes, sin ciencia formalizada en leyes, principios y evidencias, se hacían las cosas por “prueba y error”. ¿Quieres conquistar X territorio? Fácil: Prueba el modo que te parezca más eficaz, realízalo y ve el resultado. ¿Conquistaste? Listo. ¿No conquistaste? Busca en qué te salió mal el plan y corrígelo. Vuelve a intentarlo, hasta que lo logres.

La ciencia recogía objetivos y los modos para alcanzarlos según la índole del propósito. La clave fue distinguir el conocimiento de la magia. El conocimiento tiene fundamentos, la magia sólo agudeza y discurso para convencer. Así, la escuela se hizo de la ciencia, de las ciencias en plural más adelante y produjo, en su momento, profesiones y profesionales, quienes, en recuerdo de la antigüedad, juramos aplicar con verdad y ciencia. Y los maestros y las maestras se hicieron profesionales, y profesan ayudar y convencer a quien les pida aprender, de seguir los caminos, las rutas, y las actividades necesarias para pasar de la ignorancia al conocimiento.

Aprender – enseñar la muy secular diada se hizo ciencia, es decir, ahora es un cuerpo de conocimientos probados para conseguir, si se aplican según las advertencias y propuestas de ese cuerpo, enseñar a quien quiere aprender y lograr que efectivamente ¡aprenda!

Hoy maestros, maestras y en general los sistemas educativos están en agitación pues poco a poco se ha consolidado un conjunto amplio de lo que se llamó “ciencias de la educación”, y hoy se titula “ciencias del aprendizaje”. Una definición, entre otras de esta denominación, propone: “La ciencia del aprendizaje es un campo interdisciplinario que busca comprender cómo aprenden los individuos y cómo optimizar el aprendizaje. Abarca la investigación en ciencias cognitivas, neurociencias y educación, para comprender los procesos de aprendizaje y desarrollar estrategias de enseñanza efectivas”.

Los objetivos que se pretende lograr son: Entender cómo aprendemos, optimizar el aprendizaje y aplicar la investigación en el aula. El centro de este esfuerzo científico es el primer objetivo: Entender cómo aprendemos. Esa tarea supone la confluencia de las neurociencias, la neuroeducación, la ciencia del cerebro, las variables en el aprendizaje según la edad del aprendiz y según la estructura del objeto de aprendizaje, y otros temas.

Y todo lo anterior para que los hallazgos de la investigación puedan aplicarse a la práctica educativa. Esto requiere un esfuerzo grande para informar y enseñar a los docentes herramientas, métodos y procesos de aprendizaje para mejorar la enseñanza. Una tarea con la cual las escuelas de maestros se verán transformadas, pues la “norma” ya no será la guía principal.

Los métodos de aprendizaje ya se han visto enriquecidos más allá de la cátedra tradicional. Entre otros métodos actuales se proponen y utilizan los siguientes: Aprendizaje activo, aprendizaje basado en la experiencia, aprendizaje diferenciado, aprender haciendo, discusión razonada y retroalimentación, metacognición, y al menos otros veinte más.

Así, este Día del Maestro y la Maestra corresponde celebrarlo y al tiempo conviene reconocer los nuevos desarrollos de la ciencia relacionada con la educación, la enseñanza y el aprendizaje, en búsqueda de los mejores niveles educativos para toda la población mexicana.


  • Miguel Bazdresch Parada
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