Reforma ya y... ¿qué?

Jalisco /

Reformar el poder judicial de la forma como se ha realizado y con las modificaciones aprobadas no parece construir una mejor justicia en el país. Quizá influya un poco en mejorar algunos procesos concretos, y influirá muy poco en algunos de las situaciones más graves del actual sistema de justicia.

Algunas preguntas, tiempo atrás, no resueltas por los gobiernos. Quizá la principal pregunta es: ¿Estamos seguros, pueblo y gobierno, de que no hay ningún inocente tras las rejas de alguna cárcel? Y otra semejante: ¿Estamos seguros que con el sistema reformado no escaparán de caer en la cárcel y rendir cuentas todos los que le deben, hoy o en el futuro, algo a la justicia? Son preguntas de necesaria respuesta pues hoy varios de los personajes que en los últimos años han actuado a espaldas de la ley están es la cárcel… en los Estados Unidos de América. El sistema norteamericano de justicia logró que el sistema mexicano de justicia entregar a esos individuos a la justicia de aquel país. Las respuestas son obligadas.

Justicia tiene que ver con “ajuste”. En el habla vulgar, diría el literato, se dice “ajustar cuentas” cuando se atrapa a un individuo con actos contrarios a la ley. Por eso, el “ajuste” depende más de una vida social capaz de priorizar las conductas y comportamientos “ajustadas” a las características de los distintos ámbitos de realización de las personas (familia, trabajo, educación, diversión, inversión, producción…) tanto como individuos o como grupos e instituciones.

Ese ajuste indispensable para vivir en justicia no es fácil de lograr. Nuestras sociedades surgidas de las guerras mundiales y la división de las economías privilegian la justicia que castiga al infractor. Descuida la construcción y formación en las personas e instituciones, de un aparato de convicciones propio del respeto de la dignidad humana y la estima de los modos congruentes con tal dignidad tanto en el ámbito personal como en el societal y colectivo.

Castigar, encarcelar, perseguir, denunciar y enjuiciar son las operaciones hoy privilegiadas de nuestro aparato de justicia. Bien, por aquello de “el que la hace la paga”. Mal porque quedan fuera de ese ajuste que privilegia lo punitivo, muchos “malosos”. Así, es necesario caer en la cuenta de que la justicia no depende de los jueces solamente, sino de la construcción de una sociedad “ajustada”. 

  • Miguel Bazdresch Parada
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