Sin duda la nota de la semana fue la elección del Papa, cabeza de los católicos. Para México, no es un dato menor sus nacionalidades peruana, y estadunidense, dos polos de la vida en el continente americano.
Sabemos que las prácticas de las personas católicas, sobre todo las relacionadas con la pobreza, las conductas sexuales y la justicia en el mundo laboral, no suelen respetar las enseñanzas de la Iglesia y los códigos en los cuales se establecen las conductas congruentes con la llamada doctrina (determinaciones sobre qué creer y cómo comportarse en acuerdo con esa creencia) cristiana según se interpreta hoy por los jerarcas y los estudiosos dedicados a eso.
Desde luego hay causas para esa dificultad. Algunas son asociadas a una formación expresamente no recomendables por los códices católicos. Ahora bien, si vamos a la esencia de las recomendaciones al pueblo de Dios para orientar pensamientos y actuaciones, encontramos tres instrucciones o mandatos: Ama a Dios sobre todo y ama a tu prójimo como a ti mismo. A partir de ahí se siguen los demás códigos y mandamientos a cumplir – vivir por los católicos, personal y colectivamente. La primacía de Dios está clara y el estatuto de la igualdad entre las personas también. Tu y yo, prójimos, valemos igual.
Así, con esas claridades, aparecen las dificultades. Yo empleado en la fábrica X debo amar al dueño como a mí mismo. Pero el dueño me manda, corrige, castiga si algo sale mal, me despide si dejó de gustarle el resultado de mi trabajo. Y yo, empleado no puedo “correrlo” porque el negocio es suyo, él lo pensó, lo creo, lo “echo a andar”, y lo vigila… y obtiene ganancias con las ventas de sus productos. Y así se llega a demandar Justicia por parte de los empleados, justicia pide la iglesia, justicia pide el gobierno… justicia pide el dueño, justicia pide la Iglesia. ¿Quién la logra y quién no?
La primacía de la propiedad, un dogma de la economía, en los hechos avala la primacía de la propiedad individual cuando el individuo dueño fue capaz, por su trabajo y con la ayuda de otros trabajadores, de conseguir un beneficio. Basta una mirada a las dificultades entre dueños y trabajadores para hacer notar cómo el trabajo está, aún hoy, vinculado a una ley la cual, cuando mucho exige un reparto de utilidades entre los trabajadores. Ese reparto de ninguna manera se equipará a la utilidad de quien es dueño del negocio. La primacía de la propiedad espera todavía, cómo se logrará la satisfacción propuesta y proclamada por León XIII a fines del siglo XIX
Un intento formal se dio con el cooperativismo, el cual es propiedad de todos los miembros en partes iguales. Esa primacía de la propiedad se hace compartida entre todos los miembros de quienes participan en el negocio. En el cooperativismo y otras figuras de la economía social y solidaria la propiedad está formada por la aportación económica igualitaria de cada uno de los socios iniciadores del negocio. No hay dueño y trabajadores, Hay trabajadores. El cooperativismo es un movimiento basado en la igualdad de derechos entre los miembros de la cooperativa. Desde luego la práctica tiene sus bemoles, sin embargo, hoy es una vía para escapar a la propiedad privada de los medios de producción.
León XIII, desde la tumba, y otros muchos promotores de la propiedad comunitaria e igualitaria hoy tendrán un impulso adicional con el empuje de León XIV. Un impulso central ha de ser para reconocer el calificativo de economía solidaria, es decir, una economía en la cual la relación que se privilegia entre los miembros de esas empresas es aquella que comprende que es la solidaridad, el tejido solidario dicen algunos, no es una simple palabra decorativo o presunción hueca. Solidaridad es el comportamiento que permite estar convencidos y ser practicantes de las decisiones capaces de favorecer a todos sin menoscabar a nadie. Solidaridad no son golpecitos en la espalda de quien tiene una complicación. Es una decisión de ayudar, no como se pueda, sino como cada quien pueda en clave de saber que la complicación de uno, si no se trata solidaridad mediante, se dan pasos a la desaparición de la cooperación, la igualdad de trato y la convicción de que juntos resolvemos lo mejor.
Solidaridad es esa moción que nos mueve a colaborar, ayudar, congeniar, completar y más, aquellas situaciones y diferencias capaces de separarnos y hacer triunfar el individualismo solipsista.