Adictos al poder

Jalisco /

La adicción al poder no es hecho aislado en la historia de la humanidad. Es común encontrarla incluso como un síndrome que suele tener efectos devastadores por la irresponsabilidad y la ambición de quienes la padecen. Sin embargo, este problema adquiere inusitadas consecuencias cuando se trata del poder público. De ahí que quien la tiene, puede llegar a extremos de una euforia que se manifiesta en un narcisismo que daña, a corto, mediano o largo plazo, a quienes gobierna. Lamentable por ello que vivamos esa etapa, prácticamente a merced de una sola persona o de un grupo que se siente con derecho a cambiar todo lo necesario para engrandecerse, perpetuarse, y hasta creer y hacer creer que son iluminados y capaces de compararse a los más grandes héroes del pasado. Al menos, perdón, es como se ve un presidente que simula irse, pero que en realidad anhela y sueña con permanecer y seguir haciendo sentir su influencia en los destinos de todo el país.

La prueba es que a quien ocupará aún el Palacio Nacional por unas semanas más, más que un informe, lanza la línea a la que deberá ajustarse el programa de gobierno de su sucesora, sin que ella, por lo pronto, no tenga más opción que refrendarlo, ofrecer la continuidad y continuar seguir pisando la huella de su promotor y protector. Claro, esto requiere de una estructura que pueda aplastar cualquier signo de oposición, de descontento, de discrepancia en su visión de país. Seguros estamos que, hasta el último minuto del sexenio, López Obrador habrá de sostener el mando del ungido casi por un mandato no popular sino divino, de influir aún el último día en el poder omnímodo y absolutista que por unos días le fue concedido por gracia de la votación más copiosa de la historia. Y así, de manera contundente, surgió la mayoría calificada que por un ápice le faltaba, cooptando y corrompiendo a quienes ni imaginan que su historial de deshonestidad y traición les perseguirá por siempre. Y lo mismo sucedió con el fraude de quienes jugaron bajo las siglas y banderas de un partido (el de por sí moralmente desacreditado PVEM), para entregar al morenismo sus curules en San Lázaro.

Sin embargo, la adicción continúa. Hay que aniquilar al contrincante, quitarle toda oportunidad, aunque se cometan abusos. Así Alessandra Rojo de la Vega fue llevada al extremo de ver anulada su elección en la alcaldía Cuauhtémoc, mientras que su competidora, Catalina Monreal, hija de Ricardo Monreal, jefe de todo el clan, le dio todo el apoyo, y un manotazo por debajo de la mesa para arrebatarle el triunfo a Rojo e la Vega, según el Tribunal Electoral de la Ciudad de México, “por violencia política de género”. ¿Entre mujeres? Hágame usted favor, Dura prueba ahora para el Tribunal Electoral del PJF que tendrá que determinar tan insensato alegato. Y es aquí donde el tema de alguna manera trae a la mente la pretendida anulación que aún pende sobre el gobernador electo de la Jalisco, Pablo Lemus ya que los magistrados federales tendrán que decidirlo en los próximos meses. El caso parece muy diferente ya que el jalisciense tiene un arsenal de elementos para defender el voto de los jaliscienses, aunque, necesario es decirlo, poner las cosas en manos del citado Tribunal ya no es garantía de que proceda para confirmar el legítimo triunfo de Lemus. Aquí, sin embargo, los llamados de muchos sectores a favor del emecista, consolidan la unidad para no permitir un atraco más en Jalisco.

¿Valdría la pena comentar algo sobre el informe presidencial? La verdad no mucho. No obstante, ahí quedan para el anecdotario sus disparatadas afirmaciones como la de que México tiene un sistema de salud mejor que Dinamarca, cuando está distante de esta clase de atención con los nórdicos por lo menos con un centenar de países en medio, o bien al insistir en que el tren maya que, como el AIFA, todavía está en que arranca y no arranca, es “la obra pública más importante del mundo” (perdón, pero se me escapa un ¡vóytelas!), y muchas desfachatadas mentiras más. Y de los temas económicos mejor ni hablar, ni en jauja se vive así. Y de la “reforma judicial” que está a días de consumarse y con ello extinguir la condición de república a México, la “consulta” a mano alzada de su multitudinario acarreo, no es sino símbolo de un agonizante adiós que, por lo visto, no será precisamente retiro ni falta de influencia y poder, con y a pesar de la nueva presidenta.

Difícil será para Claudia Sheinbaum asumir el mando, con un gabinete plagado de funcionarios obradoristas incrustados y con una agenda trazada para su gobierno. Ella, sin duda, tendrá que enfrentar el costo de la codicia y de la adicción al poder. Esto no es el fin de la historia y esperamos haga valer lo que ya ha demostrado. Acostumbrémonos: parece sólo el principio.


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