Nada está decidido aún en el caso de María Amparo Casar, por más que el presidente de la república, abyectamente apoyado por su director de Pemex, el agrónomo Octavio Romero Oropeza, hayan dedicado gran parte de al menos dos “mañaneras” a calificar prácticamente como delincuente y abiertamente como “corrupta”, a la profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México, doctora en Ciencia Política de la Universidad de Cambridge, intelectual reconocida, columnista, y nada menos que directora de la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad. El mandatario, acostumbrado a realizar juicios sumarios contra sus críticos, esta vez no soportó más y, utilizando casi como sicario a su bastante cuestionado titular de Petróleos Mexicanos, se lanzó a acusarla de todo lo que tuvo a mano y encontró en una tragedia familiar de Casar hace ya dos décadas, la forma de hacerlo.
En realidad, esta postura no le ha generado nada positivo a López Obrador. Ni siquiera un provecho emanado de los usuales infundios políticos de esta etapa electoral. A Casar se le imputa haberse aprovechado del trato dado por la empresa petrolera nacional tras el fallecimiento de su entonces esposo Carlos Márquez Padilla. Y dicen tanto director como presidente que el abuso en que incurrió es haber “cambiado”, Dios sabe cómo, el acta de defunción de Márquez por el de muerte accidental en las instalaciones de trabajo, cuando a su parecer fue más bien un suicidio. Esto llevó al retiro de su pensión de viudez hace ya varios meses, o sea se actuó con la total indefensión de la acusada y, además, haciéndola responsable de los montos devengados como viuda, y que ascienden a más de treinta millones de pesos. La verdad tendría que aclararse primero lo del suicidio, luego si el seguro procede por muerte en cualquier circunstancia y otros detalles en los que no se ha reparado hasta ahora. El colmo, claro, es que para sustentar su “denuncia” de hechos, se exhibieron sin recato alguno todos, pero todos los documentos personales, identificaciones, documentos, recibos, etcétera, de Amparo Casar, lo que de por sí está sancionado como violación a los ordenamientos de protección de datos. Eso, claro, no le preocupa en lo mínimo al presidente, ya que suele actuar de manera evidentemente vengativa sobre sus detractores, recurriendo a todos los instrumentos públicos al resguardo del propio gobierno.
Sin embargo, hay que pensar en que hubo un detonador para que el presidente se animara a abrir fuego a sabiendas que la respuesta solidaria hacia la doctora Casar no se haría esperar, como en realidad sucedió con comentarios, desplegados de apoyo y otras muestras solidarias para defenderla. De tiempo atrás López Obrador había estado buscando ensañarse contra los que llama adversarios conservadores y antagonistas de su autollamada transformación, y “Mexicanos Contra la Corrupción”, que fundó el empresario Claudio X. González, es el blanco favorito. Se recordará que esto le llevó hasta a reclamar ante las autoridades de Estados Unidos por otorgar fondos a dicha agrupación, motivando momentos ríspidos con el mismísimo presidente Biden.
Pero lo que ahora desató la furia fue el impacto que ha estado causando la publicación digital de un libro de Casar, intitulado “Los Puntos sobre las íes”, y que agrega subtitulo de “El legado de un gobierno que mintió, robó y traicionó”. Para López Obrador se trata de un libelo más, pero es un texto que no tiene desperdicio por donde quiera que se le vea. Son casi doscientas páginas en las que Casar desmenuza uno a uno cada error de la administración a la que restan solamente unos meses, que resume muchísimo de los contenidos habituales en las “mañaneras”, que analiza esencialmente desde ángulos pulcramente académicos y fundamentados, cada frase del mandatario, al igual que las principales consecuencias de un quehacer sexenal que se sienten ya o que aún están por venir, incluso a pesar de que, quien lo llegue sustituir, siga sus pasos, sus líneas y sus planes de gobierno “sin cambiarle una coma”, como de manera arrogante proclama y ordena a sus legisladores.
Amparo Casar acaba de dar un golpe a muchos de los argumentos y sobre todo las decisiones de un gobierno. Y señala desde el inicio de su libro que “las democracias se destruyen por distintas vías”. Habla de cada caso, algunos con especial énfasis como el de la pandemia y en otros varios aspectos que reflejan el fracaso de la pretendida transformación. Tras su lectura, es una obra que debe haber molestado tanto al presidente que no se esperó siquiera a eludir las de por sí turbias aguas de esta elección, pero sabemos que el paso prudente no es el fuerte del mandatario. Es más fácil, así, tratar de acribillar, de poner contra el paredón al oponente, lo que hará con el tiempo que Amparo Casar crezca en su imagen e integridad como una mexicana valiente, a la vez que se recuerde siempre como defensora de la verdad y de los valores que, pese a cualquier ataque, han permitido a México lograr sus auténticas transformaciones. Lo grave es que el caso Casar parece más una sombra de la infamia que pudiera acrecentarse en lo que falta a este gobierno. Y quizá en el futuro.