A la presidenta (así le gusta que le llamen para acentuar género), parece que le resta un mundo de semanas para cumplir su mandato. Sin embargo, pese a que se vislumbraba una entrada al poder mucho más suave y tranquila, lo cierto es que desde el arranque ha remarcado situaciones de conflicto -como la reiterada pugna con el Poder Judicial-, se ha complicado la seguridad en grado extremo y, por si fuera poco, de todo le ha tocado resolver, como los estragos de los últimos huracanes, además de que la Hacienda pública está llegando a fin de año con evidentes signos de déficit, la paridad cambiaria sigue inestable y todo apunta a una inflación que podría ocasionar más estragos de los calculados el año siguiente.
Claudia Sheinbaum no termina de acomodarse en la silla, ni en Palacio que será su domicilio, en tanto que, al menos en la primera semana de su gestión, da la impresión de que, como decía López Obrador, su régimen no termina de nacer y el que tuvo el hombre de Macuspana no termina de morir. En realidad, lo poco que hemos visto en estos días no es sino el espejo de lo anterior, con variantes realmente mínimas y un ejemplo de ello es que sus “mañaneras”, ahora denominadas “del pueblo”, son más de lo mismo, aunque con secciones especiales cada día como si se tratara de una especie de revista de magazine. Y para no dejar dudas, igual se ve a los “reporteros” de siempre y con las mismas actitudes acartonadas y generosas preguntas, como vuelve a retomar conductas como la de otra vez volar en avión comercial (una pésima idea para ella y para los demás pasajeros), y muchas cosas que pertenecen al estilo de su predecesor y no de ella.
Lo peor, claro, ha estado en el rubro de la inseguridad. Omar García Harfuch, su hombre fuerte en la materia no ha podido sino casi nada para enfrentar a la delincuencia, cada vez más brutal, poderosa y por supuesto impune. Ha presentado un plan de seguridad que naturalmente merece ser analizado, pero se siguen llenando las ciudades de sangre y llega hasta lo indecible en desafío a las autoridades como es el terrible caso de la decapitación del alcalde de Chilpancingo. Al Ejército, empoderado hasta el máximo en un país desdibujado ya de la vida civil, le corresponde ahora una responsabilidad que le han otorgado los congresistas y sus leyes. García Harfuch tendrá que entretenerse con labores de “inteligencia” mientras que la única fuerza real que tenía en lo que ahora es su área, convertida en la “Guardia Nacional”, ahora sí, sin timidez, tiene hasta un comandante militar en activo.
Pero nada, absolutamente, pese a las actitudes de plano desafiantes de capos y organizaciones criminales, ha impedido que la presidenta mexicana pase mejor el tiempo en el tema de las elecciones de jueces, magistrados y ministros que ansía poner a caminar como si de ello dependiera la nación entera. Como si por esa causa con tintes reformistas, cambiaran las cosas y se pudiera llegar a un país seguro. A la presidenta se le empiezan a hacer agua demasiado pronto los planes y ahora anticipa que ya, en cuestión de horas o de días, contará con una estrategia, la que, sin pensarlo mucho, se parecerá bastante a la de AMLO, ya que es un hecho continuarán los abrazos y las autoridades seguirán cruzadas de brazos ate la impotencia de frenar la ola de homicidios y otros hechos. Incluso se desecharon conceptos como los sugeridos en torno al terrorismo interno. Entonces, ¿cómo llamar a las masacres en varios estados, a los incendios en supermercados, etcétera?
No es que esperemos que Sheinbaum resuelva de golpe los problemas de inseguridad con un solo golpe fuerte y certero. No obstante, ¿qué tanto ha ajustado sus planes gubernamentales para dar tranquilidad a los mexicanos? Los discursos, promesas y el famoso centenar de compromisos adquiridos en pleno zócalo capitalino, empiezan disminuidos ante las realidades que tienen asoladas regiones enteras. Con todo respeto, ni el “bastón” de mando, ni la banda presidencial que le entregó la casi enseguida fallecida Ifigenia Martínez, son suficientes. Desde luego que aún es tiempo de otorgarle, como se dice en lugar común, “el beneficio de la duda”, pero la sombra del caudillo no deja de ser avasallante, omnipresente, sobre todo en puestos clave de la administración federal y en el partido. La lealtad, todos lo sabemos, aún dista de estar del lado de la presidenta, quien, definitivamente, parece tardará muchas semanas más, meses seguramente, y esperemos que no años, para poner un verdadero sello de identidad a su gobierno.
La primera semana ya es historia. Le quedan alrededor de 311 para continuar a este sexenio. Se dirá que esto es mucho tiempo, pero no para un país urgido de soluciones a sus más graves problemas. Todo tiempo avanza y sigue contando. Ojalá y no esté lejano el día de ver a una presidenta como la que necesitamos: autosuficiente, capaz y luz propia.