El “mundo mundial” de AMLO

Jalisco /

Seguramente algún día tendrá que publicarse un insólito libro. Como las de la leyenda en que convirtió por sus “consejas” el afamado alcalde Lagos (“este puente se construyó y se pasa por arriba”), y también habrá que hacer relato de las frases de López Obrador que, quizá por su extraño humorismo, se sumaron durante estos casi seis años, como aquellas de que “México tendrá un sistema de salud como el de Dinamarca”, o la de que el Tren Maya “es la obra más importante en el mundo”, o la refinería de Dos Bocas, “la mejor del mundo”, el AIFA a la altura de cualquiera y otras muchas más. Pero lo que deja con la boca abierta es que diga, como lo hizo hace unos días en gira por Minatitlán, que Claudia Sheinbaum “será la mejor presidenta del mundo mundial”, así, con pleonasmo y todo, cuando la mandataria electa apenas recibirá su constancia y desde luego tardará en mostrarnos a los mexicanos que mereció el cargo y, quizá -es lo que espero-, gobernará con identidad propia y no el espejo ni sombra de su preceptor en que ahora semeja.

Pero, con cosas tan serias que pasan a nivel internacional, los desatinos no acaban y naturalmente la experimentada canciller Alicia Bárcena, para sus adentros y luego de una exitosa carrera, no tiene más que poner cara a los dislates desde Palacio. Nunca pensó tal vez que se enfrentaría a un papel tan comprometido como el de ponerse muy debajo de su prestigio para aceptar que el gobierno estadounidense hizo lo que quiso para capturar a Zambada (“el señor Zambada” en el léxico presidencial) y ni qué decir de la próxima secretaria de Gobernación -gulp y recontra gulp-, Rosa Icela Rodríguez, quien de plano mal termina con el peor papel concebible en su rol de seguridad ciudadana y ni qué esperar del que desarrollará cuando simplemente sea la representante de AMLO en la tierra, perdón, en la Segob.

Nos faltan los rounds que restan en las campañas presidenciales de Estados Unidos, lo que dirá y lo que no dirá Trump, e incluso la moderada Kamala Harris, quien no se quedará atrás en cuanto a una efectiva regulación de los incesantes y casi imparables flujos migrantes procedentes de México, ya no se diga el tráfico de drogas y la ya más que evidenciada ineptitud de las autoridades mexicanas para controlar o frenar siquiera la terrible influencia de los capos y grupos criminales de todos tipos y tamaños, locales, estatales, regionales y hasta nacionales e internacionales. Pero de esto, tras la elección en el vecino país, no sabremos hasta qué punto la ya para entonces presidenta Sheinbaum será capaz de llevar adelante una política más efectiva con la vecina nación y su gobierno, que nacerá casi a la par con el de ella misma.

López Obrador ya no sabe tampoco cómo actuar ante la crisis de Venezuela. Querrá realmente parecer demócrata ante el orbe, o seguirá en la cómoda postura del “no injerencismo”, la autodeterminación y bla bla, que aplica, sí o no, según le conviene. Mientras el mundo se le viene encima a Maduro, la posición de México, como la de Colombia y Brasil, en realidad, hasta ahora, es ambigua, la de retomar aquello de la prueba de las actas, cosa que no le cae nada bien al dictador a quien sólo han felicitado por su “triunfo incuestionable” Nicaragua, Bolivia y Cuba, además de los compadres interesados, Rusia y China. En cambio, a Maduro le llueven detractores que le cuestionan y hasta niegan legitimidad electoral, desde los Estados Unidos (con quien se cuida, eso sí, de levantar mucho la voz), o con los que de plano rompió por “dudar” de su triunfo, como Argentina, Chile, Perú, Costa Rica, Panamá y Uruguay. Y ahora hasta la Unión Europea que declara inválido su proceso. Todos estos han recibido hasta insultos del impresentable Miguel Díaz Canel, quien llama a los oponentes a esta aberración de democracia, como “guarimberos de turno”, que entendemos es por lo de los bloqueos y barricadas que el ejemplar demócrata hijo de Fidel considera es la oposición. Veremos en fin qué hace México esta vez y si realmente AMLO puede presumir su democracia.

Por lo pronto, el presidente saliente sigue en su “mundo mundial”, con la esperanza de que su seguidora simplemente le imite y secunde.


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