Los peligros del populismo

Ciudad de México /

¿Quién hubiera imaginado lo sucedido en el tan proclamado bastión de la democracia mundial? Una turba enardecida, primero convocada deliberadamente y luego arengada por el propio presidente de Estados Unidos para marchar a la “toma” del Capitolio de Washington, quizá solamente pudiera pensarse en las tramas de algún cineasta u autor de novela. Pero fue real y esto nos debe llevar a consideraciones serias sobre la fuerza del populismo y su impacto social. Sobre todo, hay que ver la forma en que una multitud, representada en los bochornosos hechos del pasado día 6 en la capital norteamericana pero que en el fondo son fruto de una muy amplia labor de soliviantar ánimos a lo largo de cuatro años que, a no dudarlo, llegó a la parte más oscura de los corazones de muchos, muchísimos millones de estadounidenses. ¿Qué hubiera sucedido si en realidad se consigue el objetivo de sembrar un caos generalizado?

No nos sorprende que esto se dé en otras partes del mundo, al grado que otro presidente republicano, George Bush hijo, calificara los hechos como más propios de una “república bananera”, término más que despectivo con el que se habla en la Unión Americana de las naciones pobres y más propensas a golpes de estado de toda índole. Sin embargo, hay que ver lo acontecido en Washington como una consecuencia bastante directa del populismo que hace semejantes a los gobernantes autoritarios de cualquier nación y que, primero que nada, desean mantenerse en el poder el mayor tiempo posible, por sí mismos o a través de seguidores incondicionales. El “hacer grande a América otra vez” no se distingue mucho de los señalamientos continuos y beligerantes contra todo lo que se dio en un pasado y del intento de protagonizar una nueva transformación del país. A fin de cuentas, se traduce en lo mismo, aunque, en la práctica, se reduzca a satisfacer el intento oculto y a veces expuesto de dar continuismo a un gobierno.

Quizá no vamos siempre al fondo de las cosas, sobre todo si vemos los sucesos en el país vecino como algo casi anecdótico ya que aquí no es tan raro que otras manifestaciones sobrepasen la ley, agredan policías, comercios o hasta edificios públicos. Limitar los abusos de la libertad y hasta el delito constituye una “represión”, según la nueva filosofía gubernamental, pero entraña un mal que anida muy a modo de los propósitos de quienes buscan a toda costa absorber las pasiones e ir eliminando a los “adversarios”. Debe verse detrás de la pretendida asonada contra la certificación electoral de Biden una convocatoria a desdeñar la voluntad de las mayorías. En democracia, un simple voto puede ser la diferencia, pero es hasta ahora el mejor sistema para hacerla efectiva. Preocupa que en la elección de Estados Unidos la división política sea tan grande, pero qué podríamos decir de la nuestra si el “voto mayoritario” de nuestro actual gobierno llegó de manera “aplastante” al poder con algo sí como el tercio del voto potencial de los ciudadanos mexicanos.

A Donald Trump no le bastaron los años dedicados a hacer una campaña que, como sucede en México, parece no terminar nunca. Los continuos mítines o reuniones tumultuarias que tanto agradan a los populistas, los flamígeros señalamientos contra los enemigos reales o supuestos, la diaria comunicación a través de miles de “tuits” o a través de las conferencias mañaneras con preguntadores a modo, tienen mucho que ver con las reacciones que en un momento dado son necesarias para que el poder se manifieste y llegue hasta la violencia de ser preciso para atacar a los contrincantes y hasta para intentar impedirle que asuma un gobierno con la legitimidad de una elección ciudadana.

No sé a usted , paciente lector, pero a mí me hace temer el futuro de la genuina democracia cuando solamente se ve el afán desmedido por concentrar el poder, con ir sacando del camino poco a poco, día con día, todo lo que “estorba” en la pretensión de ser omnímodo, de acabar, de golpe si es posible, con los organismos autónomos que aún subsisten, de infiltrar toda clase de entidades para asumir su control, de invertir los presupuestos de todos los mexicanos en algunos grupos que garanticen clientes para cuando sean llamados a las urnas, etcétera. La verdad el populismo existe en todas partes, no es exclusivo de derechas o de izquierdas. En Estados Unidos terminó por fracasar dada la fortaleza y experiencia de una nación más preparada en ese sentido pero que mostró, como dijo Biden, la fragilidad de la democracia. Y ¿qué podríamos decir de la nuestra?


miguel.zarateh@hotmail.com

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