México ante el cambio en EU

Jalisco /

A menos que alguno de los contendientes haya decidido anoche reconocer el triunfo del adversario, lo más probable es que hoy amanezcamos sin decisión oficial en la elección de presidente de los Estados Unidos. Al momento de escribir estas líneas todavía estaba en apogeo en las urnas, aunque el combate de los candidatos Donald Trump y Kamala Harris tendrá que llegar a su fin se hayan materialmente con los esperados sobresaltos. No sería la primera vez que esto sucede, si bien quizá nunca fue tan violenta la reacción en el 2020, muy a pesar de que Biden le ganó a Trump por 306 a 232 votos electorales, muy por encime del margen de 270 requerido. Esta vez no se dio pronóstico cierto sino un empate técnico, lo que podría haber creado un conflicto más agudo.

En ese empate técnico lógicamente están muchos sufragios ciudadanos que podrían encuadrarse de manera un tanto contradictoria, como acontecen los votos a favor de Trump de parte de la población hispana. Luego de que éste insistió una y mil veces con su considerado “discurso de odio” contra inmigrantes, portorriqueños y especialmente contra los mexicanos, resulta un tanto inexplicable que grupos numerosos se hayan pronunciado tan abiertamente en pro de Trump. ¿Inexplicable? No tanto si se advierte que gran parte de los hispanos han dejado ya su identidad, o de plano se han puesto del lado de los supremacistas blancos o de los radicales contra la población migrante. Y no son pocos. De manera que no son todos los hispanos quienes entienden la situación de la misma forma. Y, lógico, ante todo están en su derecho pues son ciudadanos estadounidenses. Sólo que no comprender el origen es bastante difícil. Otro sector importante que influye y apoya a las causas Republicanas, es el de la comunidad cristiana que se acerba con las declaraciones Nacionalistas de Trump, donde la incongruencia está en que el mismo es un terrible ejemplo de los valores cristianos y sus arengas provocadoras rayan en el fascismo.

Lo que más debe importar en este proceso en el vecino país son las consecuencias de que uno u otra acarrearán a México. Para Trump, las amenazas a nuestro país fueron parte esencial de su campaña. Sobre ello elaboró un plan de acción inmediata como el de “cerraré desde el primer día la frontera”, o más allá, la advertencia de que si México no actúa (a su modo claro) en materia de migrantes indocumentados que considera, así, en general, una caterva de criminales, lo mismo que parar el tráfico de drogas y en específico de fentanilo, entonces dispondrá que los Estados Unidos graven con tasas sucesivas del 25, 50 y hasta el 100 por ciento, a los productos que se importan de México. Lógicamente esto no es ni siquiera probable ni puede aplicarse en cualquier momento. Antes, tendría que echar abajo el tratado comercial de Norteamérica. Y por otro lado, quizá puede resultar absurdo aplicar sus impuestos de importación por ejemplo a automóviles y otros manufacturados. Quizá no toma en cuenta que en las cadenas de producción se involucran también productos de Estados Unidos, como las autopartes. Los daños colaterales serían igualmente dañinos al empleo y al ingreso a ambos lados de la frontera. Con Trump, además, los llamados “dreamers”, quedarían fuera de su contexto.

Kamala, en su caso, es definitivamente lo mejor que pudiera pasar para evitarse cuatro años de un conflicto que sería intensificado con el paso del tiempo, pero esto no significa que la demócrata no tenga sus propias causas, no todas ellas coincidentes con los intereses mexicanos. De hecho, el partido de la señora Harris ha sido cercano a México, pero poco ha hecho, por ejemplo, para reajustar las leyes y abrir de una vez por toda un proceso de regulación para los indocumentados que ya tienen muchos años viviendo en Estados Unidos, a los que por lo demás se les reconoce como trabajadores cumplidos y que pagan impuestos.

Aquí el punto crucial es cuál va a ser la postura del gobierno mexicano ante la elección vecina. La presidenta Sheinbaum no ha querido deslizar ni siquiera una ligera opinión y, quizá con cierta prudencia, se ha limitado a afirmar que esperará los resultados. La verdad es de esperar que las relaciones que tanto se presumen de buena vecindad, en realidad se traduzcan en hechos. Por lo pronto, la situación generada por la reforma judicial ha causado grandes inquietudes sobre la certeza jurídica, tanto en el capital invertido ya como en futuras inversiones extranjeras. Pero no es lo único. La política interna generó ciertos choques entre los gobiernos, algunos soterrados como el del secuestro del Mayo Zambada, aunque nuestro gobierno no ha atinado a dirigir una política apropiada para lograr coordinación y entendimiento. Sheinbaum, se recordará, pintó hasta su raya al mandar al embajador norteamericano Ken Salazar a negociar con su secretario de Relaciones Exteriores. Es decir, se niega a aceptarlo, como lo hizo su antecesor. Y estamos hablando de un gobierno de Estados Unidos con perfil demócrata.

¿A dónde vamos a partir de hoy? No lo podemos saber por anticipado. A no ser que la gripa que se genere en el país contiguo, termine por causarnos alguna que otra pulmonía.


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