Claro que el expresidente López Obrador ya se fue, pero a juzgar por varios de los actos seguidos ya en el gobierno de Claudia Sheinbaum, simplemente parece que para nada se ha ido. La letra de la célebre canción de José Alfredo nos trae a la mente que en realidad la continuidad se está llevando con toda intensidad, una intensidad que revela el deseo de seguir ejerciendo, lo menos, una influencia directa en las causas que el hombre de Macuspana estableció. Tal vez no quiera decir que la presidenta Sheinbaum nunca va a cambiar por el sendero que se le estableció, lo cual deja entrever casi con timidez en algunas decisiones y acciones. Lo grave es que, en otras, como la insistencia en acelerar iniciativas anunciadas por AMLO, tanto el Ejecutivo Federal como la Legislatura mayoritaria, prosiguen en el camino de “no cambiar una coma”, lo que lleva a la conclusión de que estos dos poderes se mantienen leales a un solo líder.
No parece suspicacia que se llegue en las “nuevas” mañaneras a agregar a la rúbrica oficial del Gobierno de México, la de que es el “segundo piso de la transformación”, como si un pajarito desde su ventana dijera a su sucesora que nadie se olvide que él empezó el movimiento que cualquiera identifica así: el gobierno no es para todos sino para los fieles a su partido. De suyo, Sheinbaum llega no solamente a secundar sino hasta radicalizar algunas de esas posturas. Por ejemplo, al decir que ella no va a dialogar con la oposición y que para eso está la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, quien no tiene más brújula que la que ya sabemos y que está más que abierta y determinada con los opositores a darles con la puerta en las narices. Y eso que en su cargo lleva, constitucionalmente hablando precisamente, la obligación de cuidar el diálogo y la armonía entre todos los sectores de la población. Pero ni la presidenta ni su titular de Gobernación tienen presente que su deber común es servir a todos los mexicanos, sin importar raza, creencias, ideología, etcétera y etcétera.
Para rematar, en estos días tampoco abonó la presidenta, teniendo toda la oportunidad para hacerlo, a atenuar diferencias, por ejemplo, con Estados Unidos y con España. Al vecino país del que depende en gran medida toda nuestra economía, prefiere señalar al embajador Ken Salazar, quien sólo opinó los inconvenientes que, para los inversionistas de su país, tendría la reforma judicial. También lo mandó a volar y dijo que para tratar con él estaba el secretario de Relaciones Exteriores. Y de España, ni hablar. Ahora resulta que ni nos descubrieron, que ya existíamos como país. Bueno, ya nos quita como raza hispana, convierte la conquista de los españoles en detrimento de México (un conglomerado de pueblos totalmente divididos y sometidos a los mexicas que no tardaron en sumarse a su derrota) y, que tampoco existía ni como país ni se llamaba México. La estatua de Cristóbal Colón, hasta vituperado por AMLO, terminó en una bodega donde se deteriora sin mayor futuro, lo que ejemplifica lo dicho.
Claro que hay temas cruciales que por el momento nos ocupan, como el hecho de que cientos de magistrados y jueces estén condenados al cese, elegidos al azar, en una tómbola que no sé cómo puede concebir como un proceso democrático. Muchos de ellos, téngase por cierto, juristas experimentados, hasta con décadas de ejercicio profesional en la Judicatura y que, ahora, desaparecerán del mapa para ser relevados el año que viene en unas urnas que hasta la fecha no se sabe ni cómo funcionarán, con multitud de prospectos que nadie conoce. Y vuelven las sospechas como ¿a cuántos ciudadanos mexicanos les importará eso un comino o bien si acudirán a esa extraña votación iniciada en el ánfora del Senado como premios de lotería? Pues lo seguro que es que acudan a los que sí les interesa y que tienen la capacidad de hacer operativos y movimientos, o sean los morenistas, sus aliados y sus huestes. Ese, al entender del dúo, esperemos que solamente ideológico, AMLO-CSP, la renovación y el futuro humanista de la justicia, cuando ya comenzó el proceso con lo que más parece una verdadera injusticia.
Listos así para levantar la mano, aprovechando el superpoder que les fue otorgado, la aplanadora alista ya golpes en cadena para cumplimentar otras líneas que no lanzó este gobierno sino la mente de otro que ya se fue y que prometió no entrometerse. Vendrán así la desaparición de los organismos autónomos “porque cuestan mucho”, se aniquilarán fideicomisos, se refrendará en cambio a Rosario Piedra que en el mando de la Comisión Nacional de Derechos Humanos la convirtió de vigilante a solapadora de todos los actos indebidos y hasta criminales (como los de militares que sabe fusilar hasta a la población y que quedarán impunes), así como otros “cambios” en la Constitución “para bien del país”.
Te vas AMLO y ya te vas, pero no te has ido, o así será que los ciudadanos creemos. Pero en esa hipótesis, seguro estarás satisfecho al seguir otro tema musical dedicado a Sheinbaum: “y sigo tus pasos, aunque tú no quieras”.