Se nos fue un grande

  • Columna de Mikel Arriola
  • Mikel Arriola

Ciudad de México /

“No es el tamaño de un hombre lo que importa, sino el tamaño de su corazón”

Evander Holyfield

Corrían las 21:35 de una de las noches más gloriosas en el Frontón México, el Palacio de la Pelota en el año de 1992, donde un hombre se encontraba con su destino en la final del Campeonato del Mundo de Jai Alai profesional. Tuve la fortuna de estar en la grada ese día y puedo decir, sin temor a equivocarme, que fue el mejor partido que le he visto a cualquier zaguero en los años que llevo viendo Jai Alai; ese zaguero fue un mexicano con una de las mejores derechas de la historia, mi amigo Eduardo Elorduy.

Esa noche Lalo jugó con Remen, uno de los mejores delanteros de la época y enfrentaron a Zavala y Elorza, una pareja casi invencible en el Frontón México, que había ganado todo ese año y que se entendía a la perfección. Cabe decir que el único mexicano en la cancha era Lalo, quien ese día tenía que demostrar que era el mejor zaguero del mundo.

Los que estábamos en la tribuna no nos imaginábamos que íbamos a presenciar una cátedra de pelota por parte de los cuatro, pero en especial de Elorduy, quien estaba en plenitud de facultades y que sabía que tenía que salir en su mejor día para ser campeón del mundo. Ahora regreso al partido.

Lalo era un pelotari que respiraba, comía, dormía y vivía pelota, no era simplemente un deportista profesional, se sabía pelotari de una gran dinastía y por eso sufría, gozaba y pensaba como pelotari. Para mí, ir después de un partido de Lalo a cenar con él, su madre Ernestina, sus hermanos y el Tío Benci al “Bar Moran”, era un verdadero acontecimiento, porque se analizaba cada tanto con gran pasión y conocimiento ante acaloradas discusiones entre los comensales.

Lalo era un apasionado de un deporte casi dominado por vascos, y uno de sus grandes orgullos y desde luego, de México, fue ser el mejor del mundo siendo mexicano. Defendía tanto su “verdad” que en los años más difíciles de la huelga en la Florida, contaba a manera de anécdota que para no darse por vencidos repartía pizzas en el Porsche que se compró ¡con su sueldo de estrella!

Regreso al partido. Después de más de una hora de intenso peloteo y de un partido de muchas vueltas donde “se caía el frontón” por la gran calidad en la cancha, Zavala y Elorza se ponen 29-28 y ahí es donde viene la leyenda épica de Lalo Elorduy.

Con ese marcador casi terminal, Zavala encesta en media cancha y ve a Lalo adelantado, le tira hacia atrás, la pelota hace chic chac, Elorza levanta los brazos festejando y Lalo se tira a rebote y lo saca increíblemente, Zavala le responde con una cortada a la que llega Lalo después de un sprint de 20 metros y le devuelve un dos paredes fulminante para llegar al 29 iguales de infarto. Nunca había visto algo igual. Ya con ese marcador en el ultimo tanto Remen tira un rayo al ancho que los hace campeones del mundo.

En el toreo los enterados llaman toreros “verdad” a aquellos que en esencia nacieron toreros, viven con gran pasión su profesión e interpretan el toreo y la vida en un mismo plano. Un buen ejemplo actual de esos toreros puede ser Morante de la Puebla. Yo sin duda llamo a Eduardo Elorduy un pelotari “verdad”, ese tanto para empatar a 29 es un claro ejemplo de cómo Lalo vivió su vida, nunca bajó la cabeza, vivió y murió como una gran figura.

Que Dios te guarde en su Santa Gloria querido Lalo, nunca te olvidaremos. 

Tu amigo,

Mikel Arriola

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