Dicen que La Bestia dejó de circular. Lo hizo en muchas de sus representaciones. Porque La Bestia corre sobre rieles que van por todos lados, pero sobre todo rueda en aquellos que apuntan al norte. Por eso hubo que parar sus sesenta versiones. Porque es un imán que tan solo estos días tiene ya a miles pegados a sus vagones esperando transportarse por un medio en el que el lugar de honor lo tienen las mercancías, mientras que ellas y ellos, menores y mayores, son menos que eso, por eso se cuelgan, se aferran, se adhieren casi por capilaridad a los carros demasiado lisos para sostenerlos. Tanto que a veces pierden los brazos, pierden las piernas, pierden la vida. Antes La Bestia había seguido su camino, bramando por montes y valles. Pero estos días frenó. El minuto de silencio se tornó horas y las horas se volvieron días. Sesenta trenes no se mueven porque esos traslados no previstos han traído ya demasiados riesgos.
Y solo ahora vemos que el tren no es La Bestia, sino apenas su maquillaje. La otra, la verdadera, sigue agazapada en los patios de las estaciones; sigue esperando con impaciencia contenida sobre carros que quizá se muevan. Sigue, como siempre lo ha hecho, caminando en el desierto, cruzando el río Bravo. Porque La Bestia no necesita de tren para viajar. En realidad está en el aliento de cada migrante. Porque su respiración es una afrenta para un estado de cosas en el que no tienen cabida. Porque la mano invisible que regula el mercado ha fallado tratando de asfixiarles. Porque han creído, con una esperanza que desafía su mar de realidades, que en algún otro lado se puede estar mejor.
Pero salieron de África habiendo sufrido ablación y en Marsella las violaron. Huyeron de Venezuela con lo poco que tenían y en México les robaron. Migraron de Zacatecas buscando libertad y en Estados Unidos los condenaron.
La Bestia es en realidad la injusticia. La misma que los obliga a migrar, los acompaña en la ruta y los espera en su destino. Podemos seguir combatiendo vagones como si de molinos de viento se tratara. Si queremos realmente acabar con el problema, debemos hacer una transformación profunda que apueste por la inclusión.