Justicia invisible

Monterrey /

No es normal que la justicia se esconda entre tecnicismos hasta volverse invisible. Incomprendida, la justicia es inexistente, de hecho, es precisamente de su ausencia de donde deriva la imposibilidad de entender. Las autoridades judiciales están obligadas a actuar conforme a la ley, pero también a explicar sus decisiones y acciones, a menos, claro, que no tengan más explicación que la colusión con los individuos a los que están llamados a castigar.

En un país donde nueve mujeres son asesinadas diariamente, que tiene claramente un reto para transformar su cultura patriarcal y lograr la igualdad entre mujeres y hombres en todos los aspectos, autoridades jurisdiccionales reblandecen o de plano desaparecen las medidas de sanción en dos casos que no solo son paradigmáticos en su nivel de violencia, sino en el uso abusivo del poder público de sus perpetradores.

Me refiero, primeramente, a la excarcelación de Mario Marín, ex gobernador de Puebla y torturador de la periodista Lydia Cacho, a quien graciosamente se le concede la libertad de purgar su condena desde su domicilio, obligándolo solo al porte de un brazalete de localización y a una fianza de 100 mil pesos.

No puedo dejar de pensar en que la comodidad que se le está permitiendo al denominado Góber Precioso no la tuvo en ningún momento Lydia Cacho en su privación de la libertad e ilegal traslado de Cancún a Puebla, evidentemente facilitado por el ex gobernador como un gesto de “estima” hacia el pederasta Kamel Nacif. ¿Qué justicia es ésta que brinda al agresor condiciones que el detenido nunca procuró para sus víctimas? Seguramente las autoridades esgrimieron peroratas leguleyas para justificarse. La verdad es que el pueblo, ese pueblo al que están llamados a servir no les entiende.

Más grave aún, la liberación lisa y llana de los tres implicados en el ataque con ácido, calificado como feminicidio en grado de tentativa, en contra de la saxofonista María Elena Ríos, cuyo autor intelectual es el ex diputado Juan Vera. El juez también salió a “explicar” su decisión. A él tampoco le entendimos.

Detrás de los argumentos en ambos casos, solo leemos dos frases lapidarias: Las mujeres no importan. La justicia no existe.

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