La estrategia de seguridad se lee de atrás para adelante. Las generaciones que están votando por primera vez nacieron en un México que había dado ya grandes pasos en su transición democrática. Por ello, la regularidad de las elecciones, el que cada voto cuente y se cuente, la presencia y competitividad de fuerzas políticas plurales forman parte de su “normalidad” y no sería pues extraño que las den por sentadas. El apego a la democracia que existe entre las y los artífices de su construcción se irá desvaneciendo con el relevo generacional y tenemos que garantizar que a falta de haberla vivido, las juventudes no se sientan llamadas a repetir la historia y bajar la guardia ante las regresiones autoritarias.
En el tema de seguridad la situación es la inversa.
Mientras estas generaciones no han conocido otra cosa que no sea un México democrático, tampoco han vivido algo distinto a la omnipresencia de la violencia descarnada que no para de escalar.
La guerra contra el narco y todas sus derivaciones que se traducen en cadáveres por doquier, extorsiones, desapariciones y secuestros han sido su paisaje desde que nacieron.
Nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos no han sabido lo que es salir sin miedo a la calle, hemos tenido más de una vez que pedirles que se cubran los ojos ante un cuerpo colgado de un puente, han crecido sabiendo que hay que evitar horarios, calles, gente.
La paz se convierte cada vez más en una experiencia exclusiva de quienes rebasamos las cuatro décadas.
¿Cómo lograremos que nuestras juventudes la anhelen si no conocen a qué sabe agarrar la bicicleta y vagar sin rumbo ni riesgo, dejar la puerta de la calle abierta y dormir sin preocupación?
Más grave aún, ¿cómo los convenceremos de que el cambio es importante si el único garante de su movilidad social es el narco y su red de apoyo la banda con la que se drogan hasta que el mundo que les heredamos no les duela más?
En la estrategia de seguridad se halla la llave hacia la construcción de la paz que es a paz se convierte cada vez más en una experiencia exclusiva de quienes rebasamos las cuatro décadas, Por allí hay que empezar.