He recibido ya la primera dosis de la vacuna contra el covid-19. Me fue bien. Durante un día, tuve una somnolencia no incapacitante y un ligero dolor muscular en el brazo. El peor efecto secundario fue, por tanto, psicológico: miedo y desazón ante la pérdida inminente —me quedan menos de 15 días— del pretexto perfecto para negarme a hacer vida social.
Hace más de dos décadas que sé que no soy fiestero: cualquier reunión de más de dos personas —incluyéndome— se me figura una aglomeración. Pese a ello, durante años acudí por compromiso a bodas y bautizos, e incluso a algunas cenas y comidas, por no desairar a algún anfitrión querido, o movido por aquella frase tan de ayer: “Hay que vernos”. También acostumbraba las comidas de negocios, que me obligaban a gastar dinero que no tenía en compartir la mesa con personas no necesariamente queridas, sin más interés que vender o comprar algo o, peor, que quedar bien.
Hace ya 15 meses que como y ceno en casa, que declino toda invitación con la responsabilidad sanitaria como argumento. Me ha venido bien. No sólo he ahorrado y me he recreado en la dicha conyugal —ayuda mucho tener espacios de trabajo separados y no tener hijos— sino que he podido cultivar un consumo cultural al que antes me resultaba difícil dedicar tiempo que pasaba comiendo y bebiendo con gente con la que no quería comer y beber. He cumplido ya mi proyecto de ver casi toda la filmografía de Antonioni y De Palma, me receto pequeñas dosis de Godards pendientes (no es de tan fácil digestión). Mentiría si dijera que extraño las salas de cine, o cuando menos las que dejé de frecuentar por la pandemia: genéricas e intercambiables, de aforo reducido, no concitan en mí la nostalgia que me provocan el Latino o el Roble, el Polanco o el París.
Volveré a los museos y a los teatros, sí, pero a los restaurantes y a los bares sólo cuando quiera y con quien quiera. He tenido valor para vivir con una amenaza sanitaria potencialmente mortal, con una economía deprimida, con menos ingresos. Espero me alcance para decir por primera vez que no voy de fiesta por la sencilla razón de que no me da la gana.
Nicolás Alvarado
IG: @nicolasalvaradolector