No salgo diario pero las dos o tres veces por semana que lo hago llevo cubrebocas. En un tiempo me movía a ello la angustia consciente por evitar el contagio de covid-19. Más adelante se sumó la voluntad de enarbolar un statement político, de desmarcame de los Trumps y los Obradores. Tras 15 meses, no estoy menos preocupado por el virus ni han cambiado mis ideas políticas pero confesaré que ya ninguna de esas variables es la que me lleva a portarlo: se ha vuelto un hábito, como ponerme el reloj en las mañanas o echarme la cartera al bolsillo al salir de casa.
Uso cubrebocas quirúrgicos azules desechables, cuyo impacto ambiental me preocupa pero cuya relación costo/beneficio me deja tranquilo. No serán KN97 pero hacen lo suficiente para protegerme de contagios, lo que sé no sólo por lo que leo sino por lo que constato: llevo 15 meses sin el menor atisbo de gripa.
Recuerdo lo que refirió el escritor Ian Buruma en la pasada FIL Guadalajara: “Una de las razones de que en Japón, en Corea del Sur, en China hayan tenido más éxito en la contención del coronavirus es que usan cubrebocas… Los japoneses empezaron a usar cubrebocas para la gripa, para impedir el contagio de sus catarros a otras personas en el transporte público, desde 1918: es un legado de la epidemia de influenza”. En efecto, ya un texto de 2014 publicado en el portal Quartz consigna que, incluso entonces, los japoneses gastaban 230 millones de dólares al año en cubrebocas quirúrgicos, tan insertados en la cultura que se venden hace décadas en tiendas de conveniencia como en boutiques de lujo, y que incluso los hay inspirados y popularizados por las bandas de k-pop de Corea del Sur.
Durante la pandemia, las marcas de lujo, las sastrerías de Savile Row y Nápoles, han añadido a sus catálogos cubrebocas de tela. No anhelo uno –a diferencia de los quirúrgicos, su capacidad protectora es casi nula– pero me parecen buen síntoma: apuntan a una transformación cultural que podría permanecer con nosotros aun cuando el covid-19 haya sido erradicado.
Acaso uno de los legados de la pandemia sea hacer de la boca una nueva zona íntima. Bien está.
Nicolás Alvarado
IG: @nicolasalvaradolector