Ayer impartí una plática sobre poder suave a la que me invitó la US-Mexico Foundation, que promueve la cooperación y el entendimiento bilaterales. Del soft power –el inglés es el idioma de su formulación original por el politólogo estadounidense Joseph Nye en su libro del mismo título de 2004, que no había leído hasta ayer– sabía que es tenido por activo nacional, y por uno que no abreva de los recursos de poder acostumbados ¬–económicos y militares– sino, en términos generales (es decir antropológicos), de la cultura: la lengua, las industrias creativas, el turismo, la diplomacia pública son parte de su arsenal; su objetivo sería inducir comportamientos deseados que se traducen en políticas públicas o en legislación en otros países pero sin recurrir a premios o castigos sino a partir de la afinidad.
El libro de Nye es bueno pero también viejo. Escrito tras el 11S y la invasión de Iraq, y antes no sólo de las redes sociales sino de la crisis global de la democracia liberal, parte no sólo de un escenario en que Estados Unidos había desperdiciado buena parte de su poder suave en una aventura bélica ilegítima sino de uno en que los únicos actores capaces de marcar agenda eran los Estados nación y el mundo se antojaba unipolar.
Vale la pena su lectura pero sólo como antecedente teórico y curiosidad histórica: ya no estamos ahí. Al multiplicar las voces audibles en todo el mundo, la revolución digital ha evidenciado las fallas del modelo que entonces creíamos hegmónico e irreversible y dado lugar a una fractura que multiplica los gobiernos iliberales. Hoy el poder suave deberá servir no a los intereses de un país sino a valores que es imperativo promover en todos. La democracia, las libertades, la agenda de las minorías, la política pública basada en evidencia, la gobernanza, la cooperación internacional lo necesitan hoy: no sólo desde Washington o México sino desde valores universales y hoy urgentes.
Es la hora del poder suave. No para que un país convenza a otro de algo: para recordar a los ciudadanos del mundo que la democracia es la peor forma de gobierno a excepción de todas las demás.
IG: @nicolasalvaradolector