El león de la Metro, el que ruge tres veces antes de comenzar algunas de las películas más famosas de la historia –El mago de Oz, Lo que el viento se llevó, Cantando bajo la lluvia, 2001–, vio la luz (del proyector) porque un hombre tenía una cadena de salas de cine pero no quería seguir teniendo que comprar las cintas a terceros. Así, en 1924, Marcus Loew, dueño de Loews Inc, compró Metro –una distribuidora–, Goldwyn –una pequeña pero prestigiosa productora– y Mayer –una empresa menor pero encabezada por un ejecutivo visionario: Louis B. Mayer– y las consolidó en lo que devendría MGM: el brazo de producción que abastacería de productos sus expendios.
Loews y MGM debieron vivir una separación forzosa a principios de los 50, cuando una ley antimonopolio en Estados Unidos ordenó a las productoras de cine desvincularse de sus circuitos de exhibición: la RKO no sobrevivió el cataclismo; Paramount, Warner y Fox sí, y MGM también pero en condiciones crecientemente adversas: al ser la que contaba con mayor número de salas garantizadas para la exhibición de su producto, la legislación dio al traste con su modelo de negocio. Desde los 80, la otrora poderosa Metro cojea, entra y sale de bancarrota; si sobrevive es sobre todo gracias a una oportuna fusión con United Artists que le otorgó la mitad de los derechos de la franquicia 007.
Hoy, sin embargo, se habla de MGM tras anunciarse su adquisición por parte de la cada vez más poderosa Amazon. Bien sabido es que la otrora librería virtual devino plataforma comercial de compra omnímoda, que su base de datos de suscriptores la llevó a construir un OTT y que hace rato que incurre en la producción de contenido audiovisual para nutrirlo. Sin embargo, no se da abasto, y quiere dejar de comprar contenido a terceros: de ahí que Jeff Bezos haga hoy lo que Marcus Loew hace casi cien años.
Signo de los tiempos: ante la creciente irrelevancia de las salas como principal canal de exhibición y la tierra de nadie jurídica que es el mundo digital, el studio system parece volver a configurarse. Leo ruge de nuevo, ante una industria que no sabe si aplaudir o echarse a correr.
Nicolás Alvarado
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