Imaginemos que el video en que una pandilla de adolescentes golpea a Ainara Suárez hubiera caído en manos de una persona con credenciales probadas en el periodismo o el activismo, y que esta persona hubiera hecho su denuncia en un espacio público. No habría sido difícil que una de las protagonistas hubiera contactado al autor de la publicación para hacerle conocer su lado de la historia, e incluso que le hubiera compartido el video en que una Ainara inconsciente es sometida a un acto sexual por cuatro hombres entonces adolescentes. Tampoco sería impensable que quien hubiera hecho la publicación original hubiera visto el video, y descrito sus contenidos en una nueva publicación, cabe imaginar que en condena a lo que a todas luces sería un acto ilegal, pues Ainara habría sido menor edad y habría estado en estado de inconciencia cuando ocurrió el suceso.
Difícilmente nuestro hipotético periodista o activista habría sido denunciado por pornografía infantil.
Pero las cosas sucedieron de manera distinta. Porque el video original cayó en manos, sí, de una figura pública pero no de un periodista o un activista sino de alguien que no ostenta credencial alguna para ello: una influencer (lo que eso signifique). En su ignorancia no sólo de la Ley sino de la ética en el uso de la libertad de expresión, Yoseline Hoffman hizo una descripción apresurada, reduccionista y prejuiciosa de los hechos, insultó a ambas partes, banalizó un delito sexual grave y, peor, tildó de puta a quien, con independencia de su calidad moral –que no debe estar a juicio–, es ostensible víctima de ese delito.
El episodio no hace de YosStop una comunicadora profesional y ni siquiera una persona simpática. Sin embargo, tampoco hace de ella una pornógrafa infantil.
El asunto apunta a tres debates pendientes: uno, nuevo, sobre la libertad de expresión y la necesidad de tipificar o no la difamación (que es en lo que sí incurrió YosStop) como delito; otro, legislativo, sobre la definición jurídica de ponografía; y el más importante sobre el entorno ya no digital sino social que es caldo de cultivo de todo lo ocurrido.
Démoslos.
Nicolás Alvarado
IG: @nicolasalvaradolector