El que Guadalajara sea ciudad favorita para celebrar los Gay Games 2026 tiene en su origen las batallas de Pedro Preciado
Al anunciarse que Guadalajara es una de las ciudades favoritas para realizar los Gay Games 2026, y que cuenta con el apoyo gubernamental, turístico y empresarial para celebrarlos, Pedro Preciado tuvo una gran satisfacción. Con un dejo agridulce recordó que hace tres décadas junto con sus compañeros del Grupo Orgullo Homosexual de Liberación (GOHL), luego de un año de intensas gestiones, obtuvo para la capital de Jalisco la que sería sede de la primera reunión fuera de Europa de la Asociación Internacional de Lesbianas y Gays (ILGA, por sus siglas en inglés), pero debido a un boicot generalizado, marcado por discursos conservadores y homofóbicos, tuvo que trasladarse al puerto de Acapulco.
“Cuando se canceló, algunos dijeron que, de entrada, eso era impensable en una ciudad como Guadalajara. Pero nuestro trabajo valió la pena porque causamos un debate donde todo mundo habló: la Iglesia, los partidos políticos, el sector cultural y hasta los medios de comunicación. Eso nos dio oportunidad de que la gente nos viera de otro modo. En ese momento los homosexuales y las lesbianas dejamos la nota roja y llegamos a la información regular, a ser parte de un debate social no estigmatizado”, asegura.
¿Cómo inició el trabajo del GOHL en la ILGA?
Empezamos a participar desde 1987. Un día dijimos, ¿por qué no traer la conferencia a nuestra ciudad? Lo planteamos en la reunión de Colonia, Alemania. Había interés por saber qué pasaba con la liberación gay en América Latina, pues los grupos eran incipientes, pobres y tenían muchos obstáculos. Gracias a los logros que habíamos tenido con nuestras semanas culturales y el uso de espacios públicos para realizarlas nos ganamos la simpatía de mucha gente y se votó a favor de nuestra candidatura.
¿Qué reacción hubo en la ciudad al darse a conocer la noticia?
La derecha comenzó a hostigarnos con una falsa idea de peligro. Se empezaron a ver pintas homofóbicas en bardas de la ciudad con leyendas como “Guadalajara nunca será Sodoma” o “Fuera gays de la ciudad”. La presión fue subiendo. En ese tiempo, Gabriel Covarrubias era alcalde de Guadalajara y Guillermo Cosío Vidaurri el gobernador de Jalisco. Las autoridades dijeron que no iban a otorgar ningún tipo de permiso. Hasta amenazaron con cancelar licencias a quienes hospedaran gente de la ILGA.
¿Cuál fue su respuesta?
En 1991 nació la Comisión Nacional de Derechos Humanos, con su primer presidente, Jorge Carpizo. Ahí nosotros iniciamos una queja por la violación de nuestros derechos. Algunos fuimos a buscar audiencia con el presidente Carlos Salinas de Gortari, aunque nos recibió uno de sus secretarios, Guillermo Valdez Castellanos. Le planteamos el asunto. Quedó en revisarlo con el presidente, que ya para entonces tenía la presión de los embajadores europeos. Nos hablaron de la CNDH y nos dijeron que en Guadalajara era imposible realizar la reunión porque las autoridades estaban renuentes, pero nos ofrecieron como alternativa Acapulco.
¿Cómo se vivió la conferencia en Acapulco?
Mucha gente ya había cancelado. Sólo acudieron algunos delegados, aunque sin la participación masiva que se esperaba en la Perla Tapatía. El gobierno de Guerrero y la CNDH nos auxiliaron para conseguir los hoteles. La sociedad del puerto, al ser más liberal, vio con simpatía que ahí se realizara la conferencia porque dejó muchos beneficios turísticos.
Paradójicamente, hoy Guadalajara es la sede favorita para los Gay Games 2026 y cuenta con el apoyo del gobierno. Hay quien piensa que sólo es un negocio, ¿qué opinas al respecto?
Es un reflejo de la actualidad. Nos guste o no, vivimos en una sociedad de consumo. Para mí es una iniciativa excelente y me resulta positivo que se presenten estos cambios. Seguro acudirá mucha gente y se hará mucho ruido con ella. Lo más importante es que, de llegar los Gay Games a la ciudad, se dará mayor visibilidad y apertura a las cuestiones de la diversidad sexual.