Martin Scorsese dijo en una conversación a la Academia que el tipo de películas que él hace no son posibles de realizar en el Hollywood actual. Comentaba que en el pasado, gracias al estrellato de figuras como Robert De Niro o Leonardo DiCaprio, los estudios de cine se animaban a producir sus películas, pero eso ya no es suficiente. Posteriormente el realizador comenzó a lanzar una serie de declaraciones contra las cintas producidas por los estudios Marvel. En una carta para The New York Times escribió: “Les falta algo esencial: la visión unificadora de un artista individual. Por supuesto, un artista individual es el factor más riesgoso de todos”.
Estas y el resto de las declaraciones que Scorsese está ofreciendo día con día, cobran todo el sentido cuando uno ve The Irishman, su más reciente largometraje de tres horas y media que fue posible gracias a Netflix. Es una cinta desafiante en todos los sentidos, ya perdimos la costumbre de fijar nuestra atención en un producto multimedia de más de dos horas. Aquí, nos fascinarnos con las actuaciones de Pacino y De Niro, uno sigue procesando una cantidad bestial de información sobre la historia de Estados Unidos, la mafia ítalo-americana y el personaje central, Frank Sheeran.
Ver The Irishman es como correr en un maratón. Te demanda, exige resistencia, pero llegar al final es una experiencia formidable.