Hagamos un pequeño ejercicio y responde: ¿recuerdas cómo era tu vida de estudiante? ¿Cómo eran tus profesores@s? ¿Cómo era el trato que recibías de su parte y cómo trataban a las demás personas?
Creo que al responderte estas sencillas preguntas vendrán muchos recuerdos a tu mente, con suerte serán recuerdos buenos y, lamentablemente, tal vez haya recuerdos no agradables.
Desafortunadamente vivimos en un sistema educativo que ha sido sostenido por muchos años a través de concentraciones del poder en las diversas escuelas públicas y privadas.
Sindicatos que respaldan y reproducen diversos ejercicios de violencia hacia el alumnado, gracias a el “poder” que tienen como docentes, y como sabemos hay algunas personas más susceptibles a las violencias que otras.
Últimamente hemos sido testigos en las redes sociales de videos que exponen a profesores maltratando, insultando y violentando psicológicamente a su alumnado.
Como es de esperarse, nos encontramos ante opiniones divididas, por un lado existen personas que están totalmente de acuerdo con la forma en la que docentes imparten sus clases, justifican el uso del poder y la violencia para “enseñar”, y existen muchas otras que claramente se dan cuenta del abuso de poder y sobre todo de los daños y marcas que deja a nivel psicológico estas formas de violencia, sin mencionar el porcentaje de deserción escolar que lo hace por estos motivos.
Existe un problema muy grave dentro de los salones de clases: los centros educativos deberían ser lugares seguros para sus asistentes, y no otro rin de pelea donde día a día se preparan para enfrentar maltrato de parte de sus profesores.
Existen evaluaciones de conocimiento para poder ocupar un lugar dentro de un aula en el sector público y privado, y pongo el siguiente planteamiento sobre la mesa:
¿será necesario incluir exámenes psicológicos para ser docente? o ¿bastará con los buzones de quejas anónimas para desarticular las estructuras de abuso dentro de las escuelas?
¿Qué deberíamos hacer?
@IncideFemme