Las fantasías sexuales son representaciones mentales conscientes o inconscientes que llegan a nuestra mente de forma voluntaria o involuntaria.
Éstas han sido cargadas de un valor moral desde que fueron conceptualizadas:
“Una persona feliz nunca fantasea, solo una insatisfecha lo hace”, palabras de Sigmund Freud.
Desde este momento, socialmente, la mayoría de las personas hemos creído que algo anda mal con nosotras gracias a las fantasías sexuales que de pronto llegan a nuestra mente, y culturalmente hemos dicotomizado el placer, el deseo y las fantasías, teniendo los hombres como principal “privilegio” patriarcal nuestra “libertad sexual”.
¿Por qué lo planteo de esta forma?, si analizamos con detenimiento y bajo la perspectiva de género encontraremos que las mujeres generalmente no hablan de sus fantasías, ya sea por temor a ser juzgadas, desvalorizadas o, como es la mayoría de los casos, ser cuestionadas y violentadas.
Los hombres por nuestra parte, podemos hablar abiertamente de nuestras fantasías y en algunos casos las contamos como anécdotas para visibilizar nuestra potencia sexual.
Por lo tanto, también en este terreno existe una brecha de desigualdad entre mujeres y hombres al apropiarnos, aceptar y ejercitar nuestro pensamiento erótico/afectivo.
Por lo cual, creo que es de suma importancia que todas las personas desechemos este juicio valorativo respecto a nuestras fantasías sexuales:
no existen fantasías buenas o malas, no somos personas carentes o necesitadas de algo solo por fantasear, al final de cuentas solo son eso, fantasías.
En consecuencia, éstas se quedan en nuestra mente, o tal vez no, tal vez decidamos verbalizarlas o en ocasiones llevarlas hasta la práctica y será de suma importancia entender que cada quien seremos responsables de nuestras acciones y de que las fantasías son diferentes a la realidad.
Si creamos esta conciencia, creo que será más fácil reapropiarnos de nuestros pensar y sentir sexual/afectivo.
Y tú, ¿con qué fantaseas?
@IncideFemme