En medio de la desconfianza que la sociedad en México y del mundo entero tiene en los partidos políticos, el “relanzamiento” del PAN parece que cumplió con su objetivo principal: provocar la atención en las huestes de Morena, que reaccionaron al evento como si los blanquiazules tuvieran una fuerza mayor a la que realmente ostentan como oponentes.
Si bien este Acción Nacional de Jorge Romero no logró emocionar del todo, en el partido que dirige Luisa María Alcalde sí generó un levantamiento de antenas, al grado que dedicaron sus esfuerzos de la semana pasada a comentar y a comunicar sobre el suceso; en específico, a criticar y desprestigiar una renovación partidista a la que en realidad no se le ven muchos alcances.
La gran debilidad del nuevo panismo, dicen sus propios militantes, radica en que carece de figuras de arrastre popular que materialicen el discurso; ni aun entre las clases medias se reconoce un liderazgo panista que tenga posibilidades de enfrentarse a la 4T en una disputa por votos. Los mismos dos ex presidentes del país, emanados de este organismo político, con una trayectoria a la que se le podrían rescatar algunos positivos, han sido relegados.
No obstante, el partido que monopolizó el líder del grupo conocido como los Ocean Drive sí dio un par de campanazos: el primero fue involucrar en el evento de “relanzamiento” a Claudio X. González, considerado el enemigo número uno del régimen actual, mientras que el segundo fue no descartar por completo una alianza electoral con Movimiento Ciudadano.
En Morena no cae nada bien la idea de que el mencionado activista social siga moviendo los hilos de una oposición que rebasa la estructura de los partidos políticos y que tiene apoyo internacional; tampoco se observa con buenos ojos que el PAN pueda apoyar a figuras del “movimiento naranja”, como Samuel García y Luis Donaldo Colosio. O a algún otro empresario que recientemente haya celebrado su cumpleaños.
Palabras clave
Quizá el acierto del panismo en su “relanzamiento” sea la confirmación de su divorcio con el PRI, que para sus simpatizantes nunca fue una plataforma de apoyo, sino un lastre. Y es que ciertamente Morena se queda sin ese grupo de la alianza opositora con el que más factiblemente podía entablar una negociación, apalancándose con abultados expedientes judiciales.