La futura presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, ha asegurado reiteradamente que la 4T y específicamente su gobierno defenderán el derecho a la educación y continuará con la visión de la llamada Nueva Escuela Mexicana.
Ahora que nuevamente miles de estudiantes en México han dejado ver su frustración a través de las redes sociales porque no lograron ser aceptados en la UNAM -estadísticamente 9 de cada 10 son rechazados- la doctora Sheinbaum ha reiterado su convicción respetar las decisiones que la máxima casa de estudios adopte en el marco de su autonomía y considera conveniente que haya coordinación con sus investigadores.
Asimismo, ha reiterado su convicción de que no exista el examen que aplica la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (Comipens) para la asignación de espacios en bachillerato, porque un examen de esta naturaleza arraiga la idea que quien tiene mejor calificación se va a la mejor escuela, y quienes no, van a escuelas de menor calidad.
“…Lo importante es que haya más preparatorias, más universidades y que las y los jóvenes sepan que están entrando a una universidad o a un tecnológico en donde van a tener el reconocimiento para su posterior ingreso a trabajar en algo que sea de su interés… tenemos que fortalecer nuestro sistema educativo y fortalecer la educación media superior y superior”.
Claudia Sheinbaum reconoce la diversidad, fortaleza y el prestigio de muchas instituciones de educación superior, reitera también la promesa de crear por lo menos 300 mil espacios en ese nivel, y vale señalar que el futuro secretario de Educación, Mario Delgado, ha especificado que nadie que quiera estudiar el bachillerato se quedará fuera, lo que implica un reto central de cobertura.
La futura presidenta ha dejado claro que también repudia los complejos exámenes de ingreso a universidades como un filtro para privilegiar la continuidad de los que presuntamente son mejores estudiantes, lo cual considera una falacia. Aunque no se debería dejar de ver que las calificaciones en esos exámenes revelan los rezagos y las limitaciones de los estudiantes.
Suena bien afirmar que el joven que quiera estudiar la universidad debe tener ese derecho, y la obligación del estado debe ser abrir los espacios educativos y apostar porque sea el empeño individual el que determine la conclusión de sus estudios o no.
Sin embargo, ello no debería impedir que se reconozca la urgencia de realizar evaluaciones adecuadas, tanto internas como externas, del aprovechamiento educativo y desarrollo de habilidades desde la etapa temprana de los estudiantes, instrumentar mecanismos de regularización y fortalecerles para que lleguen a nivel medio superior y superior con mejores capacidades, ni tampoco ilusionarles con que existirán instituciones y planes de estudios de poca exigencia y alta competitividad laboral, ni condenar la aspiración a la excelencia. Es un reto mayúsculo y no de retórica. Ojalá se aborde suficientemente.