En algunas pláticas informales se da por hecho que los pacientes con Alzheimer padecen una enfermedad apacible y sin sufrimiento; surgen los comentarios “es como retornar a la infancia” o no pasa nada al fin “ya ni te acuerdas”. Esto está totalmente alejado de la realidad; pues en la infancia, los familiares esperan y proyectan un futuro prometedor para el niño; mientras que en los enfermos con Alzheimer ese futuro se desmorona irreversiblemente. Si hay algo que caracteriza al enfermo en las etapas iniciales es la desesperación y confusión.
Todos hemos sentido en algún momento la sensación de estar extraviados y perdidos en algún lugar; por unos instantes no logramos orientarnos, todo nos parece extraño. En esos momentos la respiración se torna agitada, acompañada de palpitaciones y sudoración de la cara y manos, palidecemos y nuestra mirada es de extravío; literalmente nos sentimos “perdidos” y lo peor de todo es que no sabemos cuánto va a durar esa sensación.
De forma similar se comportan los enfermos al llegar a consulta; le hacemos unas cuantas preguntas muy sencillas en apariencia, pero el paciente al escuchar dichas preguntas sabe que su memoria está siendo examinada; y ya desde ahí se siente estresado. Hola Don o Doña….¿Cómo se siente?....¿Como se llama?.....dígame cuántos años tiene…..sabe usted donde nació…..cuántos hijos tiene….sabe usted que día es hoy……en qué año vivimos…..finalmente puede decirme ¿Qué hora es? No poder contestar estas preguntas rápidamente es el inicio de una patología tormentosa para el enfermo y familiares.
En tiempos en que Alzheimer describió por vez primera la enfermedad, no había tanto anciano; hoy la población senil se ha triplicado. Si el enfermo no logró contestar las preguntas; es probable que muera en los próximos cinco años.
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