Médico Quemado

  • Vademecum
  • Óscar Hernández G.

Laguna /

Cuando un médico siente la sensación de estar cansado y fastidiado antes de comenzar su jornada laboral es que las cosas ya no pintan nada bien, ni para él ni para los pacientes que está a punto de atender. 

La fatiga no surgió de la nada, se fue acumulando de a poco  durante años. 

La mayoría de los médicos trabajan en dos hospitales distintos durante el día, con turnos de ocho horas en cada uno; las especialidades son diversas; pero las mas agotadoras suelen ser las de Urgencias, Anestesiología y Terapia Intensiva; en tales departamentos se combina la cantidad de pacientes atendidos, con el tipo de enfermos que producen un mayor estrés en el médico. 

Esta mezcla diaria de estrés y trabajo es lo que va minando el ánimo profesional hasta culminar en la apatía y desgano; los grados mayores terminan en la indolencia e indiferencia ante la enfermedad de los pacientes y la angustia de los familiares. 

Todos los médicos están expuestos a caer víctimas de ese estado de aburrimiento-fatiga-indiferencia, que termina por mermar profundamente la relación médico paciente.

El médico ya no hace contacto visual con el enfermo, y es tachado de inhumano. 

En condiciones normales este fenómeno se gesta todos los días en cualquier hospital. 

Pero en situaciones excepcionales como la Medicina del Desastre, provocada por una Pandemia como la actual, las cosas se agudizan y empeoran.

El Estrés y la cantidad de enfermos aumentan de manera desproporcionada. 

La fatiga invade al personal sanitario con una fuerza descomunal; son azotados por noches de mal dormir y de insomnio; mal comen; su relación de pareja no es buena, y la situación intrafamiliar es invadida por la ausencia física y tormentas de mal humor.

Cuando un médico es infiltrado a este nivel de apatía e indiferencia, lo más recomendable es mandarlo a casa hasta que recupere la fuerza física y mental para volver a estar frente al paciente y lograr su objetivo principal: Curarlo.

Sin embargo, en algunos casos, el daño es irreversible e irremediable; los médicos ya no logran recuperarse, en tan solo unas semanas de labor hospitalaria, vuelven a caer en fatiga crónica, mal humor, indolencia, cinismo y desatención del enfermo; es ahí donde se le reconoce como: Médico Quemado.

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