Es una guerra.
El señor Donald Trump utiliza todas las malas prácticas, trampas y recursos de los hombres de negocios para presionar, ahogar y atemorizar a sus competidores comerciales. A México lo trata como a un adversario comercial.
Donald Trump está desatando una guerra comercial.
Es lo menos que podría esperarse de un hombre de negocios. Su guerra no es armada. Es una guerra para conseguir las mejores condiciones para su país, una guerra para aplastar a quienes pueden hacerle competencia. Una guerra para quedarse con las mejores condiciones del mercado.
Guanajuato tiene cierto riesgo por la industria automotriz. La empresa Ford Motor Company ya canceló la inversión millonaria para San Luis Potosí y eso afecta al clúster automotriz del centro del país y a los probables proveedores que están instalados en Guanajuato. Además Trump está presionando a la General Motors que tiene una planta automotriz en Silao. De hecho hay decenas de empresas gringas que son proveedoras de la General Motors, como por ejemplo American Axle que fabrica ejes para los automóviles. A ver cómo viene esta guerra.
La empresa japonesa Toyota, en tanto, ya confirmó la inversión en Guanajuato, a pesar de la presión de Donald Trump. Y la empresa francesa Michelin también confirmó que mantiene la inversión en León, aún cuando habrá presión de los norteamericanos.
Donald Trump es un negociante despiadado y frío que hace todo por imponer su voluntad. El presidente electo de EU no tiene honestidad ni pudor a la hora de hacer negocios. El señor usa las peores artimañas, la estrategia de la presión y la amenaza para generar las mejores condiciones para su empresa y ahora su país.
A ver cómo nos va. México debe encarar la guerra comercial con una estrategia clara e inteligente, de lo contrario, nos hará pedazos. De entrada necesitamos a un negociante ambicioso y cruel, como él, para hacer la defensa de las inversiones en el país. No necesitamos a un Luis Videgaray que se entrega a la primera, sino a un Carlos Slim o alguien así que sepa nadar entre los tiburones.
pablo.carrillo@milenio.com