En el escenario de Guerrero, la tragedia parece ser el pan de cada día. Casi diez años han transcurrido desde la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, y el país sigue sumido en la incertidumbre y la impunidad. El reciente asesinato de Yanqui Rothan Gómez Peralta, estudiante de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, es solo un triste recordatorio de la incompetencia y el abuso de poder que caracterizan a las autoridades en la región.
Sumido en manos del crimen organizado, con la deuda pendiente del caso Ayotzinapa, el asesinato de otro estudiante, el insultante intento de encubrirlo por las autoridades federales y finalmente la vergüenza de tener que admitir que fue un abuso de poder y que el presunto autor, un policía, se les fugó.
Una respuesta indignante, en la que además, el presidente terminó siendo la víctima, presentándose como el objetivo de una conspiración para desestabilizar su gobierno, "Que nos demos cuenta que en esta situación hay muchos intereses, hay quienes no quieren que se haga justicia y que quedemos mal” … “Para afectarnos… “Piensan que con eso nos van a debilitar”…“El problema es que ahora todo lo magnifican"
Como el ataque de los normalistas a la fiscalía de Guerrero, con 19 guardias heridos y 11 vehículos incendiados. No se justifica, pero es un grito de hartazgo ante la impunidad, exigiendo la renuncia de quienes no pueden garantizar la seguridad.
Cinco días tuvieron que pasar para que la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, diera la cara, más obligada desde el atril presidencial que interesada en su estado y por ello ni castigo ni renuncias…
La situación en Guerrero es desoladora. La impunidad y la incompetencia de las autoridades han dejado a la población vulnerable y desprotegida. Es hora de que el gobierno federal y estatal asuman su responsabilidad y tomen medidas concretas para garantizar la seguridad y la justicia en la región. La vida de cada ciudadano merece ser protegida, y la memoria de los 43 (44) estudiantes de Ayotzinapa exige justicia. Es tiempo de poner fin a la tragedia de Guerrero y construir un futuro de paz y prosperidad para todos.
La indiferencia y la victimización no son opciones cuando la violencia desborda las calles.
Ojo: a alguien le conviene un Guerrero incendiado y no es a México.