No hay peor ciego que el que no quiere ver. El martes el presidente López Obrador se dijo agraviado, se vio verdaderamente enojado, molesto como pocas veces, por el debate, por el formato, por los moderadores, por las preguntas. “Toda la narrativa del debate fue eso, no reconocer absolutamente nada”, buscaban descalificar al gobierno dijo, e ironizó.
Que mal estamos en salud, en educación, que mal en todo, en combate a la corrupción, como si nosotros fuésemos iguales, cuestionó.
Señor presidente: el debate no fue sobre su gobierno, no fue a modo, fueron preguntas de los mexicanos.
No todo tiene que girar en su entorno y, caray, solo hay que ver que mal estamos en salud, más de 50 millones de mexicanos excluidos, sin ningún servicio de salud. Hoy, solo uno de cada tres niños menores de un año tiene cubierto su esquema básico de vacunación. Con todo y Mega Farmacia, el desabasto de medicamentos, sigue.
En educación no avanzamos y tal vez hasta retrocedimos de como se le entregó. Estamos sin rumbo ni planeación, con enorme rezago y deserción.
De corrupción deberíamos no hablar, pero, en este sexenio se cometió el mayor desfalco en la historia, el de Segalmex, 15 mil millones de pesos en absoluta impunidad y ¿dice que ya se acabó la corrupción?
Vienen otros dos debates y aún faltan pobreza, desigualdad, inseguridad, violencia (181 mil homicidios dolosos), vaya chamba que le tocará a su candidata Claudia Sheinbaum, defender al obradorato y no volver a hacer enojar al presidente, olvidarse del “yo” como jefa de gobierno hice esto y lo otro, responder y no evadir y con ello no perder votos.
No lo tome personal señor presidente, es lo que hay.
No más mentiras.