El dilema del sureste

Ciudad de México /

Ahora que la política explícita del gobierno es revitalizar el sureste, el problema que le encuentro es que somos un Estado pobre. No podemos por política de Estado en el corto plazo crucificar al sureste con toda la infraestructura que se necesita para servir a nuestros principales mercados. Y el desarrollo no puede esperar más, ni siquiera unos cuantos años, o terminaremos entregándole el sureste a la delincuencia organizada.

Industrializar a Guerrero, Chiapas y Oaxaca, los tres estados más marginados del país, necesitará un plan de largo plazo, como lo fue el caso del Bajío. Y si bien es cierto que hay que empezar, urge también atender las microrregiones más marginadas con políticas microrregionales que las alivien ya de su milenaria pobreza.

Ayer el presidente municipal de Chamula me contaba que para combatir la violencia y el crimen de su municipio urgía un plan emergente de producción de papas, darle hilo y borregos a sus mujeres para sus artesanías, y mejora de sus viviendas. Un proyecto que me cuantificó en 200 millones de pesos para atender urgentemente a mil 500 familias.

“El problema, presidente —le dije—, es que tenemos recursos muy escasos como para poder regalar las millones de casas que se necesitan, los millones de metros de hilo para las artesanas y anualmente los millones de hectáreas de cultivo de alimentos”.

Hay un dilema conocido en la economía de desarrollo donde se subsidió a unos productores en India para producir zanahorias. Y en esa cosecha los productores multiplicaron sus ventas. Pero para la siguiente cosecha, como no hubo subsidio, volvieron a disminuir su producción. Lo que quiero decir es que el Estado debe entrar urgentemente a las comunidades más pobres a crear empresarios sustentables.

Esto implicaría para Chamula enseñarles a producir y comercializar su papa y con las utilidades comprarles a sus artesanas los insumos que piden y con las utilidades conjuntas construir sus viviendas. A pocos kilómetros de Chamula, en Zinacantán, fue exactamente lo que hice hace seis años con invernaderos de flores y el éxito fue sin precedentes. Los resultados de desarrollo económico saltan a la vista en comparación con Chamula. Necesitamos enseñar a los pobres a ser sustentables. Sí se puede.

  • Patricia Armendáriz
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