El primero de octubre tuve frente a mí a dos referentes femeninas de la vida nacional: Claudia Sheinbaum e Ifigenia Martinez. Dos mujeres de izquierda de diferentes generaciones. Ifigenia fue criada en el ambiente de la post-guerra, que abrió los sentidos de tantos mexicanos hacia el mundo exterior. Hija de don Jesús Martínez, fundador del movimiento ferrocarrilero al lado de Valentín Campa, defensores de los derechos de los ferrocarrileros. Tales líderes escogen hacer su vida familiar con mujeres de gran carácter, pero muy amorosas, como lo fue la mamá de Ifigenia, doña Concepción Hernández, abuela amorosa que apoyó las inquietudes de su hija Ifigenia cuidando a sus cuatro hijos cuando se necesitaba
A Ifigenia le caracterizaban cinco adjetivos que combinaron e impulsaron sus logros: era inquieta, curiosa, y con un estupendo sentido del humor, pero también muy congruente y determinante.
Su curiosidad la llevó a estar enterada del acontecer económico y político del país de manera cotidiana, mismo que incorporaba como catedrática de su alma mater, la UNAM, donde muchos la recuerdan por su estupenda cátedra, pero también recuerdan su gran convicción y congruencia al plantársele a los granaderos que invadieron Ciudad Universitaria en los sucesos del 68.
Su curiosidad e inquietud la llevaron a acompañar a su esposo, Alfredo Navarrete, para realizar sus estudios de posgrado en la Universidad de Harvard, primero integrándose en labores administrativas de esa universidad pero inmediatamente después siendo aceptada para también realizar estudios de posgrado en economía. Con la maestría en la bolsa y su doctorado avanzado, tuvo que regresar a acompañar a su esposo a integrarse al servicio público como director de NAFIN.
Fue activa militante del PRI, participando en diferentes cargos públicos donde se destacó por ser analítica, del ala izquierda del partido. Fue la primera académica y funcionaria pública en preocuparse por la distribución del ingreso en México, habiendo escrito un célebre libro sobre el tema.
El entonces presidente López Portillo al no saber qué hacer con “la Pilli” como le decían de cariño, tan inquieta y ya sobresaliente economista de izquierda, la nombra embajadora de México ante Naciones Unidas, donde a distancia pudo volverse aun más crítica de su partido entonces hegemónico.
La inquietud de lograr hacer más por los más necesitados, en una camisa de fuerza que se lo impedía como era su partido, tuvo sus frutos, a cinco años de su regreso, en la fundación del PRD en unión con Porfirio Muñoz Ledo, Lázaro Cárdenas y Andrés Manuel Lopez Obrador, a quien le entregó la presidencia del partido en 1996. Al descomponerse la organización interna y sentido de ser del PRD, Ifigenia apoyó a AMLO a fundar MORENA, en 2011, quien la llevó de su mano en su triunfo, en 2018 nuevamente como senadora de la República.
La determinación férrea de Ifigenia de vivir vibrantemente cada momento de su vida me invita a compartir un anécdota de su vida. Un día cercano, ya con dificultades para subir escaleras le pregunté: Ifigenia, ¿y si pasas tu cuarto a la planta baja? A lo que me contestó: “¿Y a qué horas hago ejercicio entonces?”
Esa misma determinación que la ha llevado a vivir una vida vibrante protagonista de nuestra vida pública, la demostró en la entrega de la banda presidencial a nuestra presidenta. Yo creo que la emoción que le embargaba tal responsabilidad le mermó esos días su salud, al grado de que antes de la ceremonia, mientras los organizadores debatían sobre quién podría sustituirla, levantó la voz como siempre hacía cuando era necesario y exclamó: “señores, vine a entregarle a la presidenta la banda presidencial y así lo haré.”
Valiente, gozadora de la vida, cumplidora de sus metas, congruente siempre con sus principios, gran esposa, amorosa y gran madre, abuela y bisabuela , Ifigenia Martinez, un ejemplo femenino a seguir.