Seguramente alguna vez escuchó o leyó algo así: “atlas de riesgo”, pero ¿qué es eso? Es un diagnóstico que debe ser local, estatal y nacional, que sirve para proteger a la población.
Son instrumentos que sirven como base de conocimientos del territorio y de los peligros que pueden afectar a la población y a la infraestructura en el sitio, dice la página electrónica oficial del Cenapred.
¿Y qué cree? En Tamaulipas, a los gobiernos del priista Egidio Torre Cantú y el panista del cambio Francisco García Cabeza de Vaca, les valió el tema.
¿Qué significa? Pues por casi tres lustros no se actualizó el plan que permite definir específicamente las acciones de prevención ante situaciones que pongan en riesgo a la población.
El Centro Nacional para la Prevención de Desastres, dependiente de Gobernación, dice que los atlas de riesgo son al mismo tiempo herramientas que permiten hacer una mejor planeación del desarrollo para contar con infraestructura más segura y de esta forma contribuir a la toma de decisiones para la reducción de riesgos de desastres.
La carencia de un atlas de riesgo actualizado en Tamaulipas sigue, cuando las “benéficas” lluvias están a un fenómeno más de dejar de serlo y ante la amenaza persistente del impacto de un huracán.
¿Por qué a los gobiernos estatales anteriores les valió dar más certeza a la seguridad de sus mandantes ante un episodio extraordinario de la naturaleza?
Mejor todavía, ¿en qué se gastaron el dinero de los tamaulipecos si no es en darles bienestar? ¿Para qué están entonces las auditorías gubernamentales?
¿Funcionan las instituciones? Una disculpa, me trasladé hasta 2006.
A nivel municipal no se está mejor. Por ejemplo, el atlas de riesgo de Altamira data de 2012 y los de Tampico y Ciudad Madero, de un año antes. ¿Qué tal?
Pareciera entonces que lo que se hace para evitar riesgos es como el chiste de la empleada de servicio que solo limpia por donde pasa la patrona.
Está claro que, más que acciones de prevención, son reacciones cuando ya está el problema.
¿Qué hacemos? ¿Cómo cambiamos? O nos resignamos y aplicamos la frase que inmortalizó la periodista Cristina Pacheco: “Aquí nos tocó vivir”.