Desde antes de los años 80 ser gente LGBT+ en Guadalajara significó clandestinidad, condena, amarillismo de medios, extorsión, represión policiaca y cárcel. No aplicó el respeto a los derechos y libertades. La parte LGBT+ aristócrata o de clase acomodada pudo huir a otras ciudades o países para vivir su sexualidad. Los estratos medios se escondieron en el clóset para no ser señalados, discriminados o despedidos, o en todo caso, buscaron refugio en espacios anónimos de esparcimiento (baños, fiestas, cines). Los de más abajo, los más visibles y agredidos de forma directa por la policía y ‘los machines’, resintieron la dureza de las violencias: la de su familia desintegrada y la de un barrio que los expulsó por ser diferentes o ‘raritos’, obligándolos a buscar refugio anónimo en el Centro de la ciudad: el Parque Revolución, la Juárez, la cantina tolerante el Pancho’s, etcétera.
De ese hastío condenatorio surgieron la conciencia, el orgullo, la lucha por la dignidad y la sobrevivencia. En Julio de 1981 se fundó el GOHL, el primer grupo LGBT+ de la ciudad; luego, en 1985 el Grupo Lésbico Patlatonalli, y posteriormente, CODISE, y otros más; organizados para luchar contra la discriminación heterosexista y lesbófoba, buscando la inclusión, el ejercicio de las libertades y la exigencia del respeto a los derechos de las comunidades LGBT+ consagrados en la Constitución Política de México y en los acuerdos internacionales de Derechos Humanos.
De la necesidad de buscar una socialización, se asumió en las comunidades LGBT+ un significado formal para los espacios de recreación, goce y glamour, surgiendo entonces los ‘bares gay’ con artistas y empresarios que buscaron una sustentabilidad a través de un mercado cautivo. Así surgió en 1980 lo que a la postre sería el famoso Mónica’s, un bar y disco que se incorporó a la moda musical de ese género en el mundo y que bajo la batuta de Efraín Santacruz, un sociable y valiente joven gay con perfil de emprendedor, decidió aprovechar experiencias similares en otras latitudes para tomar el riesgo de impulsar un negocio ‘diferente’ bajo una normatividad local prejuiciosa.
Paralelamente a los primeros logros políticos visibles del Movimiento LGBT+, un bicho mortal llegó y atacó a la población en general, y específicamente, a la comunidad LGBT+ que recién estaba aprendiendo a ejercer algo de su libertad. El VIH/SIDA entró en la sangre de miles de torrentes sanguíneos para enfermarlos y matarlos sin compasión ni esperanza alguna. Los amantes, los amigos y los no tan cercanos desaparecieron. La muerte y el prejuicio condenatorio amenazó con volver por lo que las comunidades LGBT+ ya organizada previamente, asumieron otra vez la lucha por una nueva sobrevivencia, contra la neodiscriminación y por el derecho a la salud frente a una autoridad paralizada.
Una comunidad tan grande como la LGTB+, con tanta diversidad de ideas, modos de ser y creencias, ha tenido en su historia interior coincidencias y diferencias que eventualmente han limitado su unidad y esencia reproduciendo sin crítica alguna las contradicciones externas.