La urgente llamada de atención que hace la investigadora Bruna Scaratti Selau en su reciente libro Discursos de odio en los medios de comunicación y redes sociales (AlfaMed, 2025) sobre la percepción social y los estándares estéticos de las nuevas generaciones de España, es también una alerta de dimensión mundial, ya que las pantallas han convertido nuestro reflejo individual en un campo de batalla. En México, por ejemplo, donde según el Módulo sobre Lectura (MOLEC) 2025 más de la mitad de la población lectora consume páginas de internet, foros o blogs (57.5%), y 38.9% lee revistas, el caudal de imágenes y discursos sobre el cuerpo que recibimos es un monumental torrente que, algorítmicamente guiado (ya he abordado el tema en otras entregas), promueve una tiranía estética angosta: la delgadez extrema, la juventud perpetua, la perfección inalcanzable.
Detrás de la proporción de 78.5% de lectores de libros y de 32.6% que lee periódicos, hay algoritmos de redes sociales que priorizan y amplifican contenidos que celebran ciertos cuerpos y estigmatizan otros. Esta “discriminación estética” no es un insulto aislado; es un discurso normalizado, estructural, que en plataformas como Instagram y TikTok encuentra su amplificador idóneo. El resultado es una crisis silenciosa de salud mental juvenil: ansiedad, depresión, trastornos alimentarios y una autoimagen fracturada, que golpea con especial fuerza a las mujeres.
En este escenario, las estadísticas sobre lectura en México ofrecen una ventana y una herramienta (de ahí la importancia de observar con mayor atención los resultados del MOLEC). La ventana muestra que estamos hiperconectados a flujos visuales y textuales que ponen en crisis la lectura crítica de materiales escritos; sin embargo, no basta con leer más, hay que leer mejor, urge una alfabetización mediática crítica que enseñe a los jóvenes, los mayores consumidores de redes, a decodificar estos mensajes, que clarifique el cuestionamiento siguiente: ¿quién gana con que odies tu cuerpo? ¿A qué intereses sirven estos estándares de belleza?
Aquí, la industria cultural y los medios de comunicación tienen una deuda y una oportunidad: 44.5% de las y los lectores mexicanos consume literatura y 29.4%, textos de cultura general; estos géneros son territorios ideales para sembrar narrativas de diversidad corporal, de autoaceptación, de belleza plural; los creadores de contenido, muchos de los cuales son leídos y seguidos masivamente, deben asumir su responsabilidad ética: pueden ser cómplices de un ideal excluyente o arquitectos de un imaginario más inclusivo.
La solución no es apagar la internet, es encender el pensamiento crítico; necesitamos una alianza entre educadores, familias, medios y plataformas para promover una dieta mediática saludable; desde luego, se requieren políticas públicas que incluyan la educación digital y la salud mental desde la escuela básica; juntos, en lugar de replicar cánones hegemónicos, pueden reflejar la vasta y hermosa diversidad del cuerpo humano.
México es un país de más de 126 millones de cuerpos distintos: altos, bajos, gordos, delgados, güeros, morenos, con curvas, con arrugas, con historias. Es hora de que las narrativas que consumimos dejen de ser un espejo distorsionado que solo refleja una fracción mínima y excluyente de la realidad; que se conviertan, en cambio, en un caleidoscopio donde todos podamos vernos, reconocernos y, finalmente, aceptarnos. La lectura, en el sentido más amplio y crítico del concepto, puede ser nuestro antídoto más poderoso.